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martes, 30 de diciembre de 2014

EL SPLEEN DE CÉSAR ÁVALOS: MINÚSCULO DIARIO


Libro de poesía

MINÚSCULO DIARIO, DE CÉSAR ÁVALOS

La poesía es el arte mayor, porque es el arte que más abstrae, decía el poeta portugués, Fernando Pessoa. Y es verdad. Concentra mucho. Dice mucho. Y está llena de intensidad. Y pasión. Y también de cambio. A lo largo del siglo XX la poesía experimentó diversos cambios, y se llenó de diversas escuelas. Y uno de aquellos cambios que la diferenció bastante con respecto a la forma poética clásica, tiene que ver con la poesía en prosa. Se conservó los elementos de tema y objeto y actitud del poeta, pero se cambió la rima y la métrica. La poesía tomó otro cariz. Y entre aquellos que contribuyeron tremendamente a este cambio está el poeta francés Charles Baudelaire, el poeta maldito. Y lo hizo a través de una de sus obras: El Spleen de París, la cual influyó en otros poetas y escuelas. En la actualidad la poesía en prosa ha devenido en un ejercicio natural, y goza de buena salud. Una vez más la encontramos en esta pequeña y bella obra: Minúsculo Diario, del poeta César Ávalos; la vemos asimilando letras de canciones, guiños a otros autores, versos cortos, largos, destrucción de palabras, gritos, pesadillas; todo, en  esta breve composición poética, está escrita para atormentar:  

Me cruzo con el youngker mas extremo y fiero de este barrio, esos que andan con el demonio dentro. De esos que hablan de drug and kill.
Le miro y le sonrió.
-No, paso-
Entonces huyo. Porque a veces es bueno huir.

Cual crudo existencialista, todo lo que observa el poeta en su corto recorrido lo transforma en poesía:

Me regreso del pecado y busco una lux. Una. Aunque sea una sola
Solita lux.
Quiero ser yo quiero ser libre
Pero en verdad quiero estar lejos. Con la soledad no se puede: o la habitas o te habita. Dulce / salada: tú escoges.

 Y su individualismo exacerbado, su aire de no estar bien en ningún lado nos acompaña, lo tiñe todo, y pareciera buscar una salida:
                                     Una página en blanco…

                      Una escena por construir para luego destruir.

Es difícil acompañar al poeta, es difícil agarrar su poesía y sentarla en las rodillas de uno. Encontrarla bonita, fea. No sabemos, pero asistimos a su ritual:

Siempre es noche aquí adentro, pero la belleza no cambia. La luz se apaga. Cerca-lejos. Uno está distante. Uno es un paso-dos a veces…Quizá tres…Uno nunca sabe lo que ha de suceder. Los pasos pueden ser un olvido o una vibración. Golpe de luces que llega a la retina. Te achicas, tambaleas. Caes. Duermes exhausto. Casi malhechor. Malhechor exhausto. Casi delincuente. Es esto poesía lo que siempre llega así. De golpe.   

El spleen de Lima, de César Ávalos, cuestionando su existencia, está servido, a ver si lo acompañamos con dos pernods...y nos embriagamos. Salud.


Jack flores vega


Lima, 29 de diciembre de 2014

lunes, 15 de diciembre de 2014

LA NOCHE Y SUS AULLIDOS, DE SÓCRATES ZUZUNAGA




Novela sobre la violencia interna  

Dolor y tragedia nacional en La noche y sus aullidos, de Sócrates Zuzunaga


Leer obras literarias sobre la violencia subversiva  –sea novela, cuento o ensayo- siempre es motivo de polémica. Algunos tildarán de apologista a tal autor, o defensor del régimen, o simple recolector de historias del libro de La Comisión de la Verdad; otros preferirán ignorarlo o desdeñarlo y darle poca difusión -dado que no es el tema que lo sienten cercano-. Lo cierto es que un autor no toca un tema porque le gusta o le disgusta, toca un tema porque eso es lo que le ha impactado. Toca un tema porque lo siente cercano a su ser, sin imponérselo,   porque lo ha sentido o lo ha visto o padecido. Eso es lo que se vislumbra en esta novela “La noche y sus aullidos”, donde su autor nos transmite, nos hace sentir toda la tragedia nacional acaecida en la época de la violencia interna; sobretodo, el sufrimiento de los habitantes del ande, de la sierra de Ayacucho, donde se inició el conflicto.
No sé si esto se pueda leer como una larga crónica o como un testimonio. El caso es que yo anhelo que tomen esto como una experiencia inolvidable para mí, por lo trágico y casi inverosímil de los hechos.” En aquel lugar conocí al señor Clemente, un campesino ayacuchano que ahora vive solo, en una covacha de quinchas y adobe, trabajando en ocasionales labores agrícolas, lo que le permite seguir respirando los gélidos aires de Kolkamarca.” 
El que dice esto es un periodista a quien el campesino Clemente le ha contado los terribles sucesos que se narrará en la novela. Pero la verdad es que lo que dice el periodista (quizás alter ego del autor) es parte también de la novela. Y eso es lo que se ve en esta robusta novela  del escritor ayacuchano Sócrates Zuzunaga. Sorprende su estructura, las voces alternadas que se van intercalando a lo largo de la historia. Los protagonistas cuentan y cuentan, y opinan. Y uno va conociendo el desarrollo de las historias conforme avanza, y claro, el desarrollo de las historias no siempre es lineal. Hay datos escondidos que luego se van revelando. Hay técnica, un alarde de técnica.  También hay cuentos incrustados que le dan realce o complemento a lo que se propone el narrador: dotarle de poder de persuasión,  dotarle de énfasis, de vida.   

“En las calles del pueblo había más milikos que estaban correteando de aquí para allá, arreando a la gente hacia la plaza; a algunas mujeres, que no querían ir, las estaban arrastrando de los pelos y las estaban pateando en el culo. Los niños lloraban…”

Dolor es lo que experimenta uno al terminar de leer la novela, repudio, pena. ¿Cómo pudo pasar esto? O como una persona de la capital alguna vez se preguntó: ¿Dónde estábamos nosotros cuando todo esto pasó? La respuesta la encontraremos al leerla.
¿No dicen que la novela es forma? Es verdad, es forma, porque el fondo lo pone uno, el ser interior de uno que capta lo que siente: Toda la violencia que se vivió en el país, toda la opresión y el resentimiento, toda la crueldad, los abusos. Y la pobreza como caldo de cultivo que alimentó toda esta violencia.  
Tiene una gran forma esta novela. Difícil resistirse a no premiarla –ganó uno de los máximos premios que otorga el país-, difícil no reconocer que perdurará, como una voz humilde que clama por hacerse escuchar. Como le pide al final el campesino al periodista: “escríbalo así, tal como yo luey contau pa que la gente sepa la verdad de las cosas… y no creya que por aquí solo pasó la lluvia”. Eso es lo que nos quiere mostrar este campesino. Su verdad, nuestra verdad, nuestra tragedia. No nos avergoncemos, no. Afrontémosla. Solo así lograremos hacer que ese terrible capitulo de nuestra historia nunca más se vuelva a repetir.

Jack flores vega

Lima, 15 de diciembre de 2014

miércoles, 19 de noviembre de 2014

EL POETA QUE TOCABA TAMBOR, DE MAYNOR FREYRE


Novela sobre un poeta de la generación del 70 
EL POETA QUE TOCABA TAMBOR, DE MAYNOR FREIRE
                                                                            
Pocas veces he leído en la literatura peruana, un libro que entretenga tanto, un libro que es una mezcla de ficción y realidad -incrustaciones de hechos reales-, que es a la vez un homenaje y una especie de crónica –sin llegar a serlo-, y que tenga en su contenido una música de candombé, tambor y orixás; y un lenguaje y figuras cuasi rabelesianas. Sí, porque esa es la impresión que me da al leer la novela breve El poeta que tocaba tambor, de nuestro queridísimo amigo Maynor Freire, escritor de larga data. Sorprende que esta novela no solo sea un homenaje a un poeta y amigo de su generación, sino también una manera de ver el pasado, un recorrido hacia atrás de la historia de un grupo -la gloriosa generación del 70, aquella que hizo que la poesía peruana, el arte en general, tomara las calles, se desparramara y surgieran poetas incendiarios desde cualquier rincón del país-. Pero el libro no es una memoria –aunque hay atisbos de eso-, es un homenaje, es un canto de amistad, de camaradería, de sueños. Es una parte de la “historia” de un grupo poético, del cual, uno de sus integrantes, Manuel Morales, El poeta que tocaba tambor, está ya fallecido. Murió en Porto Alegre, Brasil, adonde había ido a vivir, enamorado de una mujer, y porque en el país “ser poeta es más difícil que levantar una mesa con los dientes, no se lo deseo ni a superman.” Y nos regala Maynor unos viajes imaginarios y reales hacia el Brasil, nos regala diálogos imaginarios y también reales, nos resucita a personajes de las obras de Jorge Amado y arma y desarma su baile, sus orixás para edificar la vida traviesa del poeta. Eso es lo que tiene de   novedoso este libro, mezcla de peruano y brasileño, mezcla de fantasía y color. Maynor hace un sincretismo, hay elementos de peruanidad y personajes brasileños, todos ensamblados para edificar su canto festivo al amigo, a la generación, al Brasil de Jorge Amado.

Por eso me metí en Salvador al rincón aquel donde se danzaban las músicas verdaderas afrobrasileñas, el candombe, los homenajes a Yemanyá que me entusiasmaron hasta romper mi abstinencia y luego meterme a bailar con una de las impresionantes negras, hasta que creo a causa del trago y la danza sufrí un repentino vahído y me desperté aquí a tu lado, en la Bajada del Pelourinho –le contaba a Manuel Morales.

 El autor dialoga con su personaje principal, juega con los hechos reales hasta transformarlos y hacer un recorrido fantasioso, festivo por la vida y obra del personaje –y en parte, por la de él mismo, por su época y la complicidad de la poesía y narrativa. Maynor Freire, con El poeta que tocaba tambor ha edificado un arte auténtico, ha puesto su sangre ahí y se ha puesto a bailar contagiado por el lugar donde el poeta Morales decidió radicar.  
Maynor ha tocado el tambor, conviene ahora que como retribución nos empapemos de este libro y le respondamos. Nuestro tambor también puede alcanzar a los oídos de él, de sus personajes, y celebrar. Es su ejemplo.
Y no podemos irnos sin decir unos versos del poeta Manuel Morales, inspirador de esta obra:  
                 Si tienes un amigo que toca tambor
                Cuídalo, es más que un consejo, cuídalo
               Porque ahora ya nadie toca tambor
              Más aun, ya nadie tiene un amigo
               ………………………………………………

Maynor, con su novela ha demostrado que sí es un amigo, y que el tambor lo tiene listo, para cuando la ocasión y la inspiración lo decidan. Bien por él y por todos los que amamos la literatura. Nuestra gratitud es imperecedera.
Salud. (con caipirinha incluida, aunque estemos lejos de Porto Alegre).

Lima, 19 de noviembre de 2014

Jack flores vega

martes, 23 de septiembre de 2014

LA MAGIA CUENTISTICA DE JUAN RODRIGUEZ PEREZ


Cuentos de la Selva

LA VIEJITA QUE HACIA TEMBLAR A LA LLUVIA, DE JUAN RODRIGUEZ PEREZ


Leer literatura de la Selva es una delicia. Para la gran mayoría de peruanos, la selva representa ese paraíso mítico del que uno ha sido fatalmente expulsado o impedido de entrar, un mundo al que uno quisiera ingresar para no volver a salir nunca. Y es que hablar de la selva del Perú, de la inmensa selva que abarca gran parte del territorio del país, es hablar de un mundo misterioso, placentero, escuchado solo de oídas y transmitido de boca en boca; un mundo donde la tradición del relato oral se mantiene vigente y cobra más fuerza con la imaginación personal que cada transmisor le va agregando. Un mundo que muestra el colorido de su ambiente, la gracia y el amor de su gente…y sus conflictos, también; conflictos de relaciones familiares, de dolor, muerte, amor, misterio y hasta de situaciones sencillas como las disputas intrascendentes  de muchachos. La excelente prosa de Juan Rodríguez Pérez lo toca todo, y todo lo transforma en maravilla. No hay en él una pretensión de experimentar ni alardear con estructuras o puntos de vista, no. Su grandeza es distinta: lo mágico, misterioso y simple lo convierte en gran arte narrativo y nos lleva a experimentar ese gozo que por algunos instantes nos permite viajar y alejarnos de lo cotidiano. Claro, su mundo no está poblado de chullachaquis, de runamulas, bufeos colorados, o cualquier otro ser misterioso propio de la literatura de la selva y que algunos narradores o recolectores de leyendas cultivan con poco o buen éxito, no. El de él es de la vida cotidiana, de asuntos de la vida común, que, aunque a veces parezcan extraños, son comunes en ese mundo…y en el nuestro también. Una muestra:
A doña Francisca se le vinieron los años encima. Había cumplido setenta, de los cuales 50 los pasó entre la chacra y los cuidados de sus hijos. Poco a poco vio morir a la gente de su entorno, a sus amigos de generación; y se dio cuenta que iba quedándose sola en un pueblo que, para ella, había perdido su encanto desde que se aparecieron unos jóvenes extraños armados hasta los dientes, buscando refugio montañas adentro, huyendo de los militares que los perseguían día y noche, sin tener en consideración a la población que no sabía en qué lado colocarse.
 Su arte narrativo despliega toda la sencillez para contarnos un drama social e individual: la de una mujer que había visto desaparecer a su esposo y luego a sus hijos, y que en su casa, balbuceando y delirando, solo espera y llama a la muerte.
A pesar que en el pueblo se había dejado la tristeza y el miedo y los militares dejaran de aparecerse, ella notó que la tristeza y soledad empezaban a buscar un espacio en sus huesos y en cada uno de sus poros. Prefería quedarse en casa, cantando canciones tristes, llorando cuando el perro se acercaba a lamerle los pies.
Al final, la mujer encuentra la muerte, pero no del modo como ella lo deseaba. Un relato impresionante, propio de un notable narrador. Juan Rodríguez Pérez es el narrador de la selva, uno de sus mejores cultores. Su libro La viejita que hacía temblar a la lluvia, así lo demuestra.
Otro relato notable es ¿Pasos? Un hombre va de regreso a su casa por el camino de la selva, la noche cae y de pronto escucha pasos. Hace uso de su escopeta, pero no logra deshacerse de ese ser que lo persigue. Durante el resto del trayecto va experimentando esa angustia, la de sentirse perseguido, amenazado de muerte. Al final termina salvado por unos cazadores. Pero el misterio del perseguidor no se revela. Pervive aun en la mente del lector.
El cuento La viejita que hacía temblar a la lluvia es otra magia, al igual que los otros cuentos que contienen el libro -18 en total-. Y que el lector, al empezar, no podrá dejar de leer.
A pesar que el sol empezaba a retroceder para dibujar en el cielo estelas brillantes que buscaban refugio entre los árboles, sentía que el calor tomaba posesión del pueblo, obligándome a penetrar en un bar que estaba al costado y era atendido por una señora algo entrada en años, pero que conservaba un cuerpo que debía haber tenido su buena época. Pedí una cerveza. Vi que la señora le hacía seña a una jovencita que limpiaba una de las mesas.
-¿Quiere que le acompañe? –preguntó la muchacha, esbozando una leve sonrisa y mostrándome una silla.

No hay más que decir. La invitación a leer está hecha… y a disfrutar con la magia de la buena narrativa. La viejita que hacía temblar a la lluvia, de Juan Rodríguez Pérez no decepcionará a nadie.

Lima, 23 de septiembre de 2014


Jack flores vega

sábado, 9 de agosto de 2014

FUEGO CRUZADO, DE EDGAR NORABUENA



Relatos de la violencia subversiva en Ancash

LA VOCACIÓN TOTALIZADORA EN FUEGO CRUZADO, DE EDGAR NORABUENA



Pocas veces he leído un libro de cuentos de la violencia subversiva que padeció nuestro país que muestre notables logros en su construcción y en el uso de las técnicas narrativas. Y es que en el tema de la violencia interna muchos se preocupan más de contar el drama que de tratar de innovar o arriesgar por una nueva construcción narrativa. Para el libro que empiezo a  comentar, Fuego Cruzado, el autor sí arriesga por una experimentación con las estructuras y técnicas narrativas en sus relatos. Edgar Norabuena, narrador de Ancash, ha logrado así plasmar en estos ocho relatos que conforman su libro una variedad de voces y estructuras, todas premunidas de técnicas que le dan colorido y poder de persuasión a lo que narra. Hay en él eso que los notables narradores del boom latinoamericano llamaban la vocación totalizadora. Es decir, tratar de captar distintos espacios y tiempos de la realidad mientras se va narrando. Para este caso, el autor se vale de un espacio, tiempo y sucesos que conoce muy bien: la sierra ancashina, y más específicamente, de la comunidad andina de Uchpa, y desde allí nos cuenta, con hondas pinceladas de amor y dolor, las vivencias de sus habitantes, atrapados entre dos fuegos: la de los policías y soldados, como también la de los subversivos.

 -¡Soy tu hermano, Tobías, soy tu hermano!... ¿no me reconoces?...

…todo, todo el mundo reducido a nada, y nada es silencio y oscuridad. Nada es esta tosca tumba donde despierto tan solo para saber que ahora muero una vez más.
Nada es muerte; y yo, ya estoy en nada; estoy muerto, ¿no es así, camarada Lucas? Hemos vivido tanto, hemos muerto tanto para nada, por nada… hemos hecho tanto para convertirnos en nada más que en nada, en nada… ada… da… a…

… ¡No me entierres, hermanito, no me entierres, quiero ver a mi hijito, a mi Mañuquito!...

Y el cuento empieza con estas dos voces donde se narra la tragedia del protagonista obligado a incorporarse a los subversivos, a servir al ejército popular, dejando a su pareja embarazada, para luego de mil y un vía crucis regresar a su pueblo herido, con el rostro encubierto, en busca de ayuda, pero solo encuentra la muerte, no sin antes enterarse de la existencia de su hijo.

Hay en esa historia, una pluralidad de significados: el hermano que da muerte al protagonista, la orfandad de un niño, los vaivenes de la cruel guerra entre subversivos y soldados, la desolación y tragedia de una comunidad andina por subsistir entre dos fuegos, y la historia de amor del protagonista y su pareja antes de ser obligado a pelear, uniéndose a los subversivos. Y todo está bien organizado, bien matizado, no solo con las técnicas narrativas actuales sino también con esa prosa telúrica, propia de un habitante del ande:

“Esa tarde cayó la garúa que se confundió con mi llanto, el viento rasguñó adolorido la árida tierra levantando la arenilla del camino que rebotaba contra mis sandalias; el lejano aullido de un perro trepó presuroso por la cumbre, corrió quebrada arriba, jadeando, se metió entre las espinas que lo rasguñaron y cuando me alcanzó, se metió sin ceremonia alguna hasta el fondo de mi alma, haciéndome retorcer de dolor. “      

Hay otro cuento también:  I, que tiene otra estructura:

…¡Atención!... ¡Descanso!... ¡Atención!...
…¡Para planchas un, dos!... (Ahora estos perros van a saber quién es el sargento Muerte)
…¡Tres, cuatro!... (Ya comenzó la cachacada, ahora solo nos queda aguantar nomás el ritmo que nos ordenen bailar)

Y el cuento avanza así, con este modo de narrar que retrata la vida militar de los reclutas prestos a enfrentarse a los subversivos.

Otros cuentos también tienen diferentes estructuras, como Rostros bajo la luna en la que el narrador se vale de nombres andinos para organizar su relato: QALLARI, CHAWPI, USHANA, todos como símbolos de ese milenario mundo andino.

El muro y Catalicio Sandoval  también son dos cuentos interesantes, dos maneras de contarnos la violencia sufrida por el poblador andino de Uchpa, y también las diversas maneras de narrar, de moverse en el tiempo y el espacio, alternando las voces de los implicados.

Pero quiero referirme a IV, el cuento con el que cierra el libro:

Uchpa es una herida abierta, una gran culpa sin castigo, un remordimiento que muchos ya han olvidado.
Ahora no es mas que un monton de chozas en las que habitan el rencor y la sed de venganza.
Si vas a Uchpa, es mejor que vayas confesado, dicen que allí ya no vive nadie desde que los cumpas arrasaron con todos y que el pueblo es una gran boca sedienta de vida…

Un relato conmovedor, que intercala voces y puntos de vista a medida que nos va mostrando la desolación de ese pueblo olvidado, sufrido, que se asemeja mucho a otros pueblos de otras regiones andinas del Perú.


Hay, por supuesto, en este último relato, algunas similitudes con los relatos de Rulfo, el gran escritor mexicano de Pedro Paramo y de su pueblo, Comala, su símbolo trágico. Pero que bien adaptado a este nuevo escenario donde también habitó la muerte.   

La violencia interna pues, no es un tema de moda, como algunos han dicho, es un tema que la escriben, en su mayoría, gente del ande, aquellos que la han padecido o que han estado involucrada directamente en ella. Y la escriben también porque el escritor, como diría nuestro nobel, es un carroñero, se vale de la descomposición de una sociedad para elaborar una buena historia; porque, según él, la naturaleza de la literatura es servirse de la infelicidad humana para crear sus historias.    

Una opinión cuestionable, por cierto, pero que no deja de tener su gran verdad.

Y la verdad de Edgar Norabuena es que ha logrado plasmar con su libro Fuego Cruzado su epifanía trágica andina, ha logrado transmitirnos el dolor, la confusión y la pena que padeció el Perú en los años horrorosos de la barbarie, sobretodo de la gente más humilde, los habitantes del ande, marginados durante decenios y que ahora reclaman por su integración. No los olvidemos.

Jack flores vega

Lima, 9 de agosto de 2014 

miércoles, 14 de mayo de 2014

El MUNDO DE REMEMBRANZAS DE ROBERTO SALAZAR: EL ÁNGEL CAIDO



Libro de relatos El Ángel caído


                           El mundo de remembranzas de Roberto Salazar


Leer una obra literaria implica asomarse al estilo del autor. A la forma en que escribe. Claro, también nos acercamos a lo que dice, al fondo. No existe texto artístico –y no artístico- que no contenga esos dos elementos. ¿En qué manera ambos elementos se funden y nos dan ese toque de magia, cuál prevalece sobre cuál? Es una discusión eterna. Algunos dicen que el fondo determina la forma; otros, que todo es forma, y nada más. Hago este comentario  porque lo que más me ha sorprendido del libro de relatos de Roberto Salazar, El ángel caído, es su lenguaje, su forma. Se podría decir que su lenguaje es formal, de estilo austero, y hasta podríamos decir que tiene afinidad con el modelo de lenguaje clásico. Todos sus relatos, sin excepción son salvados por este manejo preciso del lenguaje. Por esta manera tan equilibrada de narrar. Vamos a verlo en uno de los doce relatos  del libro:

Nos habían dado leche, un cuarto de galletas y un lugar para cobijarnos, pero no era lo suficiente, el ardor en la espalda era lo que más nos molestaba.

En otro relato escribe:    
Nunca sentí tan cerca el amor hasta que lo vi. No sé si era verano o cualquier otra estación. El clima jamás me importó. La vi parada con una bolsa negra en la mano derecha y miraba despreocupada la calle atestada de gente y vehículos paseando sus veleidades y perdiéndose en callejuelas. Al rato ya no estaba.

Uno lee y lo siente todo tan perfecto, tan asimilable, tan impersonal. Pero si bien destaca por ese manejo del lenguaje, no por eso hay que dejar de tomar en cuenta el fondo, y lo que nos dice el autor en los doce relatos que componen el libro son los que ha ido desgranando de su experiencia de vida. Ahí tenemos el amor, la amistad y la preocupación social, si bien esta no está en todo el libro. Lo que más sobresale es la añoranza, sucesos del pasado que, por la magia de la escritura, se han impuesto y han ocupado un lugar en la vida narrativa del autor.

Por ejemplo el relato: Cuzco, ciudad de piedra, que, más que hablar del Cuzco, habla el narrador de la madre, la alegría de la madre…, y su dolor. Es un relato corto de pocas páginas; empieza el narrador conversando con su tío, refiriéndose a la alegría de la madre, recordando los distintos lugares donde vivieron, y luego, hablan de la muerte del hermano menor, lo que provoca un desequilibrio en la madre, y su eterna tristeza. Y el relato termina así: Quizá haya debido empezar este relato por la tristeza de ella, pero ¿para qué? Empezar con una alegría es un signo de belleza en un relato, y tiñe el papel de una especie de ternura en las palabras, nada más.
El autor nos hace un juego, y agrega otra dimensión a su relato.
Y así como este hay otros textos en el libro; textos que en algunos casos dan la impresión de ser estampas. Pero eso no interesa, sino el toque mágico que le da el lenguaje a todo lo que narra.
Fijémonos:
 El tío Julio se nos ha ido como el humo del cigarro, como una burbuja que se disipa en el aire. Efímera y brutal, así es la vida, así somos nosotros, un delgado hilo de vida que puede romperse en cualquier momento.

Y más de un relato tiene este lenguaje y esta manera de despertar nuestra sensibilidad.  

Pero también está el lado de la preocupación social del autor en el relato Dos rostros, dedicado a la mujer obrera. El narrador nos muestra a la mujer obrera de regreso a su casa, ahí le cuentan de la muerte de su esposo, y el derrumbe emocional que sufre. Termina así:
Las calles solitarias eran el espejo del tiempo de inusitadas desdichas para ella y sus hijos, pero todo había de ser como antes, se tenía que seguir viviendo y trabajando para alimentar el recuerdo de su hogar fracturado, de sus hijos huérfanos, de la ingrata sos­pecha de que no podría educarlos como ella hubiese querido. Con la certeza de que tendrá que soportar sola el sacrificio, sin más apoyo que ella misma, sola en lo que restaba del camino.

La virtud que tiene Roberto Salazar al narrar es que concentra mucho, en pocas páginas nos dice muchas cosas...con ese buen lenguaje formal que ostenta.
Me recuerda a Borges, que se jactaba de no escribir novelas porque lo que estas dicen él lo podía decir en pocas páginas, en un cuento. Tal vez sea la misma actitud de Roberto.
Otro cuento muy bueno: Milonga bajo una estrella de cristal, es también de corte social, pero no tiene el tono ácido, criticón ni el deseo de satanizar ni de ser crudo, sino que se mantiene equilibrado; cuente lo que cuente, diga lo que diga, la prosa del narrador es inalterable, el autor  muestra, no abandona en ningún momento su estilo equilibrado. Con eso le basta para realzar lo que quiere decir, y lo que quiere hacer llegar al corazón del lector.
Por eso digo que no importa si algunos de los textos no tienen la estructura de cuento; no es necesario, en realidad. Roberto Salazar puede contarnos cualquier cosa, por más simple que sea, este va ser revalorado gracias a esta prosa tan equilibrada y gracias a la mirada tan sugestiva del autor para hacerla importante.

Falta de respeto, el último de los relatos del libro, sorprende porque allí prescinde de los signos de puntuación, todo es corrido y corrido, y muy bien escrito. No hay duda, el arte de la palabra escrita tiene en Roberto Salazar a un buen cultor. Su vena poética es innegable.

Se preguntaba Julio Ramón Ribeyro en un libro de ensayos, ¿Qué le queda al novelista actual? Hacía mención al hecho de que las ciencias sociales han acaparado la transmisión del saber, lo que antes caracterizaba al escritor. Por eso la pregunta. Y él mismo respondía: “Felizmente le queda el lenguaje, le queda la fantasía, le queda la libertad de la composición, le queda el carácter no utilitario de su quehacer, le queda tal vez la insatisfacción.”
Todo esto se puede aplicar al libro Ángel caído, de Roberto Salazar... con excepción de lo último. Creo que cualquier lector que se asome a esta obra de Roberto Salazar va a estar satisfecho, va a experimentar el gozo, la alegría de haber leído una obra valiosa, una obra que va a perdurar en el espíritu de todos los que la leyeron. Y de los que la leerán, seguro. Ese es su destino.

Gracias.


Jack flores vega

Lima, 2014

Gremio de Escritores del Perú

lunes, 31 de marzo de 2014

EXTRAÑOS EN EL PARAÍSO, DE ELIO OSEJO



Extraños en el paraíso, libro de relatos
Los paraísos extraños de Elio Osejo


Un libro de cuentos, de poesía o novela, en general, tienen el espíritu de su creador. En sus líneas, y entre líneas se puede ver o releer lo que su espíritu ha amasado y considera valioso; aquello que constituye el leit motiv del autor. Ya el poeta portugués Fernando Pessoa afirmaba que en las emociones está el verdadero registro del recorrido del hombre por la tierra, no en la historia. En ese sentido, el libro de relatos Extraños en el Paraíso, constituye también el registro emocional de su autor. Elio Osejo ha edificado un “paraíso”, un paraíso que, como su mismo nombre lo indica, es muy extraño; tan extraño que uno no recuerda haber leído textos narrativos tan intimistas, tan poéticos…y con un registro tan diverso. No, no es eso lo predominante en la narrativa peruana, tan arraigada en la literatura como reflejo social, como crítica social; esa no es la propuesta del autor. Su dimensión es otra, más filosófica, más psicológica, ahondando en el corazón del ser humano:
En uno de sus textos se puede leer:
El sufrimiento, dice aquí, es el dolor que nace del contacto con lo visible. Morir es un cambiar de cuerpo como cambia de máscara el actor entre una escena y otra. Vida y muerte son ambas apariencia.
La fugacidad es la ley de todos los seres.

Frases reflexivas, especie de cuentos cortos dentro de un cuento, especie de aforismos, la propuesta literaria de Elio Osejo es interesante. No digo que el libro tiene cuentos cortos, la mayoría son cuentos de más de una página, pero que entre líneas nos dice mucho. El cuento “Fragmentos de un diario apócrifo” es la reflexión de un personaje viejo, que cuida a un niño de cuatro años. Nos dice, por boca del narrador:

Al principio fue el caos y lo sigue siendo. Pronto los edificios de esta lóbrega ciudad gemirán sus recintos y los autos adquirirán la codiciada facultad del vuelo. Pero no se verá ni un cambio sustancial en el alma del hombre.

¿Lo ven? Son frases dentro del cuento que como aforismos nos va diciendo el pensamiento del narrador. El cuento, pues, es filosófico. Lo que no quiere decir que todos lo son, no. Su registro es variado. El cuento  Siempre tendrás veinte años, por ejemplo, es casi o totalmente de ciencia ficción. Nos habla de “Psicoingeniería”, de “cuantos de luz”, de la “Tecnoplasmia”, pero sin dejar por eso de mencionar el problema de la raza humana: la superpoblación, que uno de los personajes del cuento, el reconocido Dr. Freud intenta solucionar:
 El Dr. Freud terminaba de probar el “Albedrío Cuántico”, una forma suprema de inteligencia artificial integrada por cuantas de luz que podía captar, albergar, procesar y emitir cualquier tipo de información en millonésimas de segundo…
Sería alojado en el Arca, una especie de portaaviones gigantescos que viajaría por el sistema, exploraría el espacio y analizaría las posibilidades de supervivencia y colonización del ser humano, provista de sondas y robots capaces de construir refugios adecuados que esperarían a los primeros colonizadores enmendando el angustioso problema de la superpoblación.
Pero el proyecto fracasa, porque esta inteligencia artificial se rebela al considerar que el ser humano representa un peligro para el sistema espacial. El narrador continúa:
El Dr. Freud se abocó en los últimos años a crear un androide que pudiera comprender al ser humano y ayudarlo en su lucha por la supervivencia de la especie...
Dora, la hija adoptiva del doctor, llama a la puerta del ingeniero Zimmerman, quien fuera discípulo del doctor. Ahí este se entera que el doctor ha muerto y le ha dejado sus planes y proyectos, incluido a Dora. Se lee:
Dora es perfecta, casi humana…ahora sonríe nerviosa y misteriosamente mientras disfruta de un diminuto cigarro. ¿Sabrá acaso ella algo de lo que representa?
Líneas más adelante el ingeniero le dice a Dora:

Te hospedaras aquí, espero que estés cómoda –le digo, mientras ella sonríe y agradece besándome en la mejilla.

Y se termina la historia con la mujer Dora entregando unos poemas al ingeniero que mucho antes los había escrito y los había dejado guardado con el Dr. Freud.

Te los traje por si acaso… le dice la mujer Dora, o la casi mujer.
El cuento no escapa a la dimensión humana, la salvación representada en una mujer, o casi mujer.
Es un buen cuento, toca muchas aristas, y da para más de una reflexión.  

Hay otro cuento, con distinto registro, “F”, así se titula, donde el punto de vista, el que narra, es un perro, y a través de él vemos la vida desamorosa del profesor Severino, su dueño, complicado por la existencia  y la falta de amor. El narrador, el perro, nos cuenta:
El profesor no sabe cómo entrarle a la chica; está en su clase de historia, pero allí él es otro.
Una noche encontré al profe re borracho, con las justas andaba y en su media lengua maldecía la suerte de tener que encubrir un mundo de miseria.
Y así el perro continúa contando el drama del profesor, ilusionado por una de sus alumnas que venía a calmar su mediocre existencia.

Extraños en el paraíso, es otro tipo de cuento, uno de corte existencial, con personajes de circo, payasos y hombres bala.
¿Es esto la felicidad?, se pregunta el payaso cobrizo y de ojos aleonados que acaricia el cabello de Coral luego de la función. A veces siento que todo es sueño alrededor del mundo –susurra en brazos de su amada-. Menos las horas que paso contigo.
Coral se abre ante él como una flor y el payaso lo explora, lentamente, hasta que ambos sucumben en las tibias arenas movedizas del deseo.
Enorme cuento.

Despertando, otro título, es un cuento trágico, de un suicidio. La protagonista Karen, una adolescente de trece años no puede entender los cambios en su vida y solo ve una solución a su angustia.
He sabido por qué me miran tanto ahora los hombres, empieza.
Tu cuerpo está despertando, Karencita -así decía Romina-, cuando cumplas tus trece tendrás un cuerpo de veinte, deberás cuidarte de los hombres porque a ellos no les va a importar que aun seas una niña.
La muchacha tiene conflictos con su madre, que la prohíbe hablar con otros y la prohíbe también hablar de su padre fallecido.
Prefiero terminar esta tortura ahora que todavía puedo reconocerme, ahora que soy yo, aunque incompleta, yo.
Cuantas veces he querido volverme de papel, pero no ahora…porque si fuera de papel, ya no tendría el peso necesario para quedar colgada en el lazo que he hecho con el cordón de la plancha, anudada a la viga que pasa por el techo de mi cuarto, como un voluptuoso, temeroso y verde fruto que no quiso madurar.

Aquí no hay efectos especiales, es otro cuento del paraíso, quizás el menos extraño…, para todos nosotros; toca el tema del amor. Ambos protagonistas, Irene y el narrador se enfrascan en una pelea:
Cada semana espero solo este momento: Irene corta el ritmo de su respiración…se acomoda el cabello frente a mí, borra una leve sonrisa de su rostro y levanta los puños en posición de ataque…
Y se produce el primer round, luego el segundo: Irene lanza su grito de combate y su talón intenta varias veces atravesar mi cuerpo, pero yo ya no estoy ahí
Esa es mi alumna… nos reímos más fuerte, conscientes de la proximidad. Nuestros cuerpos se acomodan oscilando. Aun no acaba la pelea…
Y el narrador sugiere el tercer round, que será en otro lugar, un lugar muy bonito.
Romántico cuento, de amor. Una alegoría, quizás, sobre lo que son las relaciones de pareja, ternura y conflictos.
Otro cuento del paraíso es Vampira loca, que tiene ribetes de terror. Pero no lo voy a comentar. Son 15 relatos del libro, que muestran el paraíso extraño de Elio Osejo. Paraíso que no se parece a lugares determinados. No es un realismo, repito, de corte social. Su crítica va por otra parte: la existencia humana en toda su complejidad, auscultando el corazón del hombre. Y sus reflexiones, y sus amores y temores.
Es original en su propuesta, así como en su estilo. Y mucho más original por su registro. Cualquier lector se sentirá extraño en este Paraíso de Elio Osejo, pero luego entenderá esta extrañeza, esta singularidad de hablar de la condición humana desde su interior.
Sin duda una excelente propuesta, que se suma a lo que otros jóvenes ya ofrecen con excelentes logros en su arte. La literatura peruana se mantiene en su gran nivel, en su desarrollo, y a esto contribuye este libro notable “Extraños en el Paraíso”, de Elio Osejo.
Bien por él, y por su talento.
Gracias.

9 de marzo de 2014 Casa de la Literatura
Jack flores


miércoles, 29 de enero de 2014

NUEVO NUMERO DE LA REVISTA SIETECULEBRAS


Revista cusqueña de cultura
NUEVO NUMERO DE LA REVISTA SIETECULEBRAS

La Revista Andina de Cultura de la cosmopolita ciudad del Cusco, bajo la dirección de Mario Guevara Paredes ha dado a conocer un número más -el Nº 34- en su etapa de apertura y difusión internacional, sobretodo latinoamericana. Escriben y colaboran en este número: Jorge Ladino Gaitán, de Tolima, Colombia, Van Gogh en la poesía colombiana; Sergio Lainelet, también colombiano, pero residente en Madrid, Cuentos sin hadas, aquí una excelentísima muestra de su poesía sobre cuentos infantiles:
               El patito feo
El pequeño pato inclina la cabeza
sobre la superficie del lago
y se contempla
un eco de risotadas apresa su mente
palidece
temblequea
cuenta hasta tres
y se zambulle hasta el fondo
con una piedra atada a su cuerpo

También está Gonzalo Geraldo, de Chile, Entrevista con Tulio Mora; Alejandro Varderi, Kisth e historia en el cine de Pablo Larraín; María Cristina Mansilla, de Córdova, Argentina, Voz de caminante: Latinoamérica en la poesía de Amaro Nay; Mario Wong, peruano radicado en París, Las voces de los muertos en la novela Ese camino existe; Lawrence Carrasco, Michel Foucault y la literatura. Y los colaboradores nacionales: Guissela Gonzales, Conciencia creativa, renovación formal y compromiso humano en la obra de Raúl Brozovich; Juan Alberto Osorio, La otra narrativa peruana; Mario Guevara, Entrevista con Miguel Ángel Quemain, conocido periodista cultural de la ciudad de México; también colaboran con poesías: Carolina Fernández, Mario Pantoja y Maripily Menéndez, de República Dominicana. En la sección fotos, una muestra de fotos en blanco y negro de Luis H. Figueroa, Los silencios de Cusco, reconocido fotógrafo cusqueño. En la sección Reseñas de libros escriben: Alejandro Alonso, Mario Pantoja, Rafael Ojeda y Soledad Maldonado.
La carátula, en esta oportunidad es obra de la artista plástico Rocío Caballero, El león no es como lo pintan, de la ciudad de México. Las ilustraciones interiores tienen su autoría en José Luis Morales, artista visual y plástico de la Escuela de Bellas Artes, del Cusco.

La revista está a la venta en la librería El Virrey, del cercado de Lima, a un precio de 10 soles; aunque también pueden dirigirse a mi persona vía email o facebook.

                                                                                             Jack flores vega
                                                                                                        Lima