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miércoles, 14 de mayo de 2014

El MUNDO DE REMEMBRANZAS DE ROBERTO SALAZAR: EL ÁNGEL CAIDO



Libro de relatos El Ángel caído


                           El mundo de remembranzas de Roberto Salazar


Leer una obra literaria implica asomarse al estilo del autor. A la forma en que escribe. Claro, también nos acercamos a lo que dice, al fondo. No existe texto artístico –y no artístico- que no contenga esos dos elementos. ¿En qué manera ambos elementos se funden y nos dan ese toque de magia, cuál prevalece sobre cuál? Es una discusión eterna. Algunos dicen que el fondo determina la forma; otros, que todo es forma, y nada más. Hago este comentario  porque lo que más me ha sorprendido del libro de relatos de Roberto Salazar, El ángel caído, es su lenguaje, su forma. Se podría decir que su lenguaje es formal, de estilo austero, y hasta podríamos decir que tiene afinidad con el modelo de lenguaje clásico. Todos sus relatos, sin excepción son salvados por este manejo preciso del lenguaje. Por esta manera tan equilibrada de narrar. Vamos a verlo en uno de los doce relatos  del libro:

Nos habían dado leche, un cuarto de galletas y un lugar para cobijarnos, pero no era lo suficiente, el ardor en la espalda era lo que más nos molestaba.

En otro relato escribe:    
Nunca sentí tan cerca el amor hasta que lo vi. No sé si era verano o cualquier otra estación. El clima jamás me importó. La vi parada con una bolsa negra en la mano derecha y miraba despreocupada la calle atestada de gente y vehículos paseando sus veleidades y perdiéndose en callejuelas. Al rato ya no estaba.

Uno lee y lo siente todo tan perfecto, tan asimilable, tan impersonal. Pero si bien destaca por ese manejo del lenguaje, no por eso hay que dejar de tomar en cuenta el fondo, y lo que nos dice el autor en los doce relatos que componen el libro son los que ha ido desgranando de su experiencia de vida. Ahí tenemos el amor, la amistad y la preocupación social, si bien esta no está en todo el libro. Lo que más sobresale es la añoranza, sucesos del pasado que, por la magia de la escritura, se han impuesto y han ocupado un lugar en la vida narrativa del autor.

Por ejemplo el relato: Cuzco, ciudad de piedra, que, más que hablar del Cuzco, habla el narrador de la madre, la alegría de la madre…, y su dolor. Es un relato corto de pocas páginas; empieza el narrador conversando con su tío, refiriéndose a la alegría de la madre, recordando los distintos lugares donde vivieron, y luego, hablan de la muerte del hermano menor, lo que provoca un desequilibrio en la madre, y su eterna tristeza. Y el relato termina así: Quizá haya debido empezar este relato por la tristeza de ella, pero ¿para qué? Empezar con una alegría es un signo de belleza en un relato, y tiñe el papel de una especie de ternura en las palabras, nada más.
El autor nos hace un juego, y agrega otra dimensión a su relato.
Y así como este hay otros textos en el libro; textos que en algunos casos dan la impresión de ser estampas. Pero eso no interesa, sino el toque mágico que le da el lenguaje a todo lo que narra.
Fijémonos:
 El tío Julio se nos ha ido como el humo del cigarro, como una burbuja que se disipa en el aire. Efímera y brutal, así es la vida, así somos nosotros, un delgado hilo de vida que puede romperse en cualquier momento.

Y más de un relato tiene este lenguaje y esta manera de despertar nuestra sensibilidad.  

Pero también está el lado de la preocupación social del autor en el relato Dos rostros, dedicado a la mujer obrera. El narrador nos muestra a la mujer obrera de regreso a su casa, ahí le cuentan de la muerte de su esposo, y el derrumbe emocional que sufre. Termina así:
Las calles solitarias eran el espejo del tiempo de inusitadas desdichas para ella y sus hijos, pero todo había de ser como antes, se tenía que seguir viviendo y trabajando para alimentar el recuerdo de su hogar fracturado, de sus hijos huérfanos, de la ingrata sos­pecha de que no podría educarlos como ella hubiese querido. Con la certeza de que tendrá que soportar sola el sacrificio, sin más apoyo que ella misma, sola en lo que restaba del camino.

La virtud que tiene Roberto Salazar al narrar es que concentra mucho, en pocas páginas nos dice muchas cosas...con ese buen lenguaje formal que ostenta.
Me recuerda a Borges, que se jactaba de no escribir novelas porque lo que estas dicen él lo podía decir en pocas páginas, en un cuento. Tal vez sea la misma actitud de Roberto.
Otro cuento muy bueno: Milonga bajo una estrella de cristal, es también de corte social, pero no tiene el tono ácido, criticón ni el deseo de satanizar ni de ser crudo, sino que se mantiene equilibrado; cuente lo que cuente, diga lo que diga, la prosa del narrador es inalterable, el autor  muestra, no abandona en ningún momento su estilo equilibrado. Con eso le basta para realzar lo que quiere decir, y lo que quiere hacer llegar al corazón del lector.
Por eso digo que no importa si algunos de los textos no tienen la estructura de cuento; no es necesario, en realidad. Roberto Salazar puede contarnos cualquier cosa, por más simple que sea, este va ser revalorado gracias a esta prosa tan equilibrada y gracias a la mirada tan sugestiva del autor para hacerla importante.

Falta de respeto, el último de los relatos del libro, sorprende porque allí prescinde de los signos de puntuación, todo es corrido y corrido, y muy bien escrito. No hay duda, el arte de la palabra escrita tiene en Roberto Salazar a un buen cultor. Su vena poética es innegable.

Se preguntaba Julio Ramón Ribeyro en un libro de ensayos, ¿Qué le queda al novelista actual? Hacía mención al hecho de que las ciencias sociales han acaparado la transmisión del saber, lo que antes caracterizaba al escritor. Por eso la pregunta. Y él mismo respondía: “Felizmente le queda el lenguaje, le queda la fantasía, le queda la libertad de la composición, le queda el carácter no utilitario de su quehacer, le queda tal vez la insatisfacción.”
Todo esto se puede aplicar al libro Ángel caído, de Roberto Salazar... con excepción de lo último. Creo que cualquier lector que se asome a esta obra de Roberto Salazar va a estar satisfecho, va a experimentar el gozo, la alegría de haber leído una obra valiosa, una obra que va a perdurar en el espíritu de todos los que la leyeron. Y de los que la leerán, seguro. Ese es su destino.

Gracias.


Jack flores vega

Lima, 2014

Gremio de Escritores del Perú