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lunes, 25 de noviembre de 2013

FANTASÍA Y LUCHA SOCIAL EN PASAJE MAR AMARILLO

                  

Libro de relatos
Fantasía y lucha social en Pasaje Mar Amarillo, de Eva Velásquez


Algunas veces uno se encuentra con textos que se resisten a una categoría establecida, a un canon regido por la academia. Por ejemplo: Celebración de la Novela, del eximio escritor peruano Miguel Gutiérrez Correa. Es un libro, como lo dice su propio autor, “que bien se puede leer como una crónica, un ensayo o una novela.” Y es verdad. Se puede leer así y se disfruta mejor leyéndolo así, sin ninguna preocupación por su clasificación. Y de la misma manera, el libro Prosas Apátridas, de Julio Ramón Ribeyro, un libro que su mismo autor se negaba a clasificar. Y ni qué decir de libros de escritores del extranjero, algunos siguen con la tendencia de la vanguardia, la experimentación. ¿Pero a qué viene tal remembranza? Bueno, es por la inquietud y sensación que me ha causado al leer el libro de relatos Pasaje Mar Amarillo, de la escritora chimbotana, Eva Velásquez Lecca.  Es un libro que contiene ocho textos narrativos. Todos marcados por la fantasía, pero con distintos y variados ingredientes. En algunos de ellos se incluyen párrafos que se asemejan a una proclama, a la leyenda, y que incluyen también un dios mitológico andino o un dios mitológico griego, y hasta el dios cristiano. No importa, todo es valedero para la autora, para que ella pueda transmitir lo que siente, lo que cree. Por eso recordaba a los libros de difícil clasificación. Porque los textos de Pasaje Mar Amarillo si bien reflejan el ansia de justicia social, en su forma son disimiles, heterogéneos por los recursos de que se vale. Fíjense en el primer cuento: La hora no registrada. Allí tenemos a una niña que se pierde en la hacienda en que vive, y cuando sus familiares la buscan, se dan con la sorpresa que se la ha llevado el dios Marañón, el dios del río, para que sea su esposa. Y el cuento termina de esta manera: “Y así, toda la región de Pataz fue bendecida por el Dios.” Es una historia, digamos, con un final feliz, en que la niña ha servido como ofrenda al dios para que su región sea bendecida en frutos. Y después tenemos una historia de duendes, y luego otra de botas y de gatos, como personajes. ¿Es literatura infantil? La respuesta es sí, y no. Porque si bien los cuentos tienen componentes infantiles, no se queda ahí, puesto que el énfasis está en el mensaje social; un mensaje claro, directo, sin tapujos. Aunque no sería extraño que los infantes también lo asimilen. Hay que recordar que literatura infantil es aquella que va dirigida a los niños o de la cual los infantes se apropian. Y yo creo que se los van a apropiar, aunque más los adolescentes que los niños. También hay que decir que la autora es poeta, tiene libros de poesía y este es su primer texto de narrativa. Hago esta apreciación porque creo que así podemos entender mejor el mosaico heterogéneo de su libro. El texto, como repito, es un conjunto abigarrado de ocho relatos disimiles, pero unidos por eso que un lector puede identificar rápidamente, y que constituye además, la médula personal del escritor: el estilo. Y el estilo de la prosa de Eva Velásquez es coloquial, popular, de fácil asimilación. Un ejemplo: “Cierto día, Leoncio encontró en el ropero del abuelo unas botas con corbata michi color azul, con incrustaciones de cobre.” Sencillo. Otro ejemplo más: “Una vez cumplida su misión de paz y armonía, Tutaykire abandonó la tierra y retornó al país de la verdad, el bello reino de Tutaykirión, más allá del Huascarán, donde las nubes cubren el horizonte. “   Y así podríamos nombrar la prosa de los otros cuentos. Pero no es solo por el estilo que uno puede identificar a la autora, sino también por sus otros recursos. Y aquí quiero citar al célebre escritor francés Flaubert. Decía él  que un escritor debe ser como un dios, estar en todas partes de la obra, pero no dejarse ver. Pero con el libro de Eva Velásquez sucede todo lo contrario: ella está en todas partes, y en todas partes se deja ver. En su amor por Chimbote, en su deseo de justicia, en su hablar popular, en sus sueños, en sus enseñanzas, en la ficción que nos cuenta y nos entretiene. Ella está ahí. Y los que la conocemos, los que tenemos la suerte de conocerla, sabemos que ella es así, que tiene esos arrebatos de lucha social; sin necesidad de caer en sectarismos, ni de pertenecer a un partido político. Por ejemplo. En el cuento La ciudad de los duendes. Cuando la niña se va a jugar con los duendes, “tres diminutos hombrecitos con barba muy verde y con el cabello rojo  ensortijado”, ella se olvida de la hora y en el juego, dice la autora, “viajó con ellos por toda la costa del Perú; estuvo en Paracas, conoció las Líneas de Nazca, las Islas de Pachacamac, La ciudad Sagrada de Caral, Sechín, El señor de Sipán, Punta Sal y sus bellos atardeceres.” En todos estos lugares, nos dice  la autora, jugaron a las escondidas con el tiempo invertido. Y cuando la niña quiere regresar a casa no puede, pero de tanto insistir los duendes acceden, dibujando antes una nueva ciudad en la costa. Y dice: “Y así apareció Chimbote, antes del boom pesquero, con su belleza natural, tan hermosa como el cielo.” Y luego en otro cuento, Tutayquire, el dios del mar, el relato termina de este modo: “los pescadores con sus rústicas lanchitas volvían al mar límpido y pacífico, sus familias los esperaban tranquilas y felices en sus casas; habían vencido a los malos empresarios, había retornado la paz y la justicia social a Chimbote.”
Y en los textos hay más referencias a la lucha social…, y a la fantasía.
Y a este otro aspecto en el que también me ha sorprendido quiero referirme –porque, en verdad, me ha sorprendido mucho-. El libro tiene una fantasía, una imaginación desbordante, trepidante. Una imaginación y fantasía que no tiene límites, que no responden a ningún canon. Ni al mitológico ni al oral, aunque se vale de esos elementos.  Por eso es que citaba su condición de poeta, porque creo que eso puede ayudarnos a entender esta fantasía, esta magia desbordada, sin reglas, sin frenos, limitadas solo por la historia que nos cuenta.
Fíjense: un par de botas con corbata michi son los personajes de un cuento. En otro, un gato llamado Edward que juega damas chinas y es escritor, que viaja a Paris y es famoso, y luego se lleva a su amiga al Egipto para que sea la reina, sucesora de Cleopatra. Extraño, ¿verdad? Pero  si leemos el texto, veremos que nos convence, creemos. Por eso digo que el libro me parece  inclasificable.   
Pero no solo hay que tomar en cuenta su condición de poeta para ayudarnos a entender la magia del libro sino también hay que ver sus lecturas, sus influencias. Y en sus lecturas yo veo allí una influencia conocida; la de Alicia en el país de las maravillas. Todos los que han leído ese libro se podrán dar cuenta de la magia de la imaginación, de lo fantasioso y de lo increíble que ocurre en el mundo que Alicia visita. Algo parecido nos muestra Eva Velásquez en Pasaje Mar Amarillo, lo que no quiere decir que es copia. No. Es auténtica, se vale de elementos peruanos. Hace un sincretismo. La leyenda cristiana de Pedro el edificador de la iglesia por encargo de Jesús y la mitología andina del dios Tutaykire.    
El arte de la narrativa es, pues, el arte de la persuasión. El autor tiene que convencernos de su ficción. O de su visión. Un buen autor, un buen escritor: impone su visión. Y aquí Eva Velásquez nos está imponiendo su visión: Su amor por Chimbote, su defensa del medio ambiente, su amor por la justicia, aunque sea con miedo, como nos dice en su cuento Pasaje Mar Amarillo en el que a un hombre que no respeta la naturaleza le cae una maldición.  “¿Adivinan quién es?”, se pregunta la narradora. “Sí, el hombre no artista, el hombre insensible a él mismo… Armando se llamaba el sinvergüenza, vaya, hasta cólera ya me dio. Este era el constructor de casas, el rey de los planos de los supermercados, el más pituco…” Bueno, este es el cuento del hombre que buscaba destruir el jardín donde vive una rosa y que termina así: “Hoy la rosa aun lozana y sonrojada perfuma nuestro jardín, y si tú no crees, ella leerá tu destino, como lo hizo con su cruel enemigo.” Como diciéndonos: cree porque si no te friegas. Y el libro tiene más pasajes, pasajes curiosos, donde la misma autora interviene. Y todo dulcificado por el estilo. No hay el realismo crítico, que es lo que caracteriza a la narrativa peruana, sino todo lo contrario, el lenguaje es coloquial, popular.
La verdad, el libro da para más de un análisis, para más de una metodología de estudio. Es auténtico y eso es lo que más rescato.
Termino diciendo que con proclamas, con una fantasía tremenda, con mensaje directo e indirecto, a trompicones, con rebeldía, Eva Velásquez se está metiendo en la historia de la literatura. Yo la celebro. 


Chimbote, 14 de noviembre de 2013
 

Jack flores vega

lunes, 21 de octubre de 2013

CHICA SEXY: CUENTOS DE WILLIAM DAVID URBANO




Chica Sexy…sí.

Huaral en su hora, relatos.

Prólogo
Desde La Casa de Cartón hasta Chica Sexy: narrativa juvenil
Desde que publicó Martín Adán su libro, La casa de cartón, dejó una huella honda en la naciente historia de la literatura peruana. Era un nuevo modo de narrar. Un modo irreverente y juguetón. Era una nueva radiografía de la época. Un nuevo escenario que traería otros escenarios. La casa de cartón mostraba el mundo de Barranco de los años 20, el mundo de la burguesía veraneante visto a través de una mirada irónica y crítica. Pero no era eso lo que más sorprendía del libro, sino su prosa. Unos quiebres y regates, un malabarismo, una delectación de las palabras: “Mi quinto amor fue una muchacha sucia con quien pequé casi en la noche, casi en el mar. El recuerdo de ella huele como ella olía, a sombra de cinema, a perro mojado, a ropa interior…”, diría el protagonista. Era un vanguardismo de lo decadente, a decir de Luis Alberto Sánchez. Una época en que se asimilaba las corrientes de vanguardia para crear una voz propia, una voz de inconfundible tono literario peruano. Y en eso estaba la prosa de Martín Adán, con su parsimonia en el describir y su acento: el de sacristán, aunque su contenido distaba de ser santurrón. Décadas después aparecería otro libro de similar importancia en la narrativa peruana: Los inocentes, de Oswaldo Reynoso, con la gracia para describir y la belleza de la prosa, pero el acento y el escenario eran distintos: el del irreverente, del anticatólico; y el mundo de  los jóvenes de barriada de una metrópoli limeña, todos tratando de surgir y acomodarse en una variopinta sociedad donde grupos de clase media y pobres vivían casi codeándose. Era el Perú limeño de la década del 60, con desborde popular extendiéndose hasta los conos donde, ahí sí, el escenario era más desgarrador. Pero volvamos a la prosa de Los Inocentes:   “Metió las manos en los bolsillos y fue más hombre que nunca. ‘El semáforo es caramelo de menta; exquisita menta. Ahora, rojo: bola de billar suspendida en el aire.”
Y llegamos a nuestra época, cinco décadas después del libro de Reynoso. Año 2013: tiempos del mundo globalizado, con los conflicto de grandes ciudades tocando a ciudades pequeñas, con la consolidación de clases populares en la economía nacional, y el conflicto juvenil creciente frente a la globalización que pretende homogenizar todo. El escenario, en este caso, es Huaral, con su clase popular emergente, ya no encerrado en un ambiente bucólico campestre, sino en el comercio y la educación. Es un escenario distinto, como también lo es el acento: la de jóvenes post globalización, post guerra interna, la de una creciente frustración, escepticismo, banalización de las relaciones personales, pero con aún hondas pinceladas de compasión y amor. Ese parece ser el caso de Chica Sexy, relatos del joven escritor huaralino William David Urbano.
El libro se compone de cinco relatos, y abre con Reo de Amor. Un cuento que empieza con el protagonista adolescente envuelto en una relación trágica al enamorarse de una muchacha cuyo padrastro es extremadamente celoso y posesivo, un matón con actitudes delincuenciales. Pero, a pesar de lo trágico de la historia, lo que resalta en el relato es el amor de los adolescentes, un amor a prueba de balas, un amor que lo enfrenta todo…que lo sacrifica todo…hasta la muerte.
El siguiente relato Chica de la moto está escrito en diferentes puntos de vista, con un andamiaje sencillo, pero efectivo, y una prosa que seduce y se engarza con los otros dos libros mencionados: “la garúa pega suave. Sus cabellos bailotean con el viento. Llevan la silueta de afrodita. Musa de mis garabatos poéticos: todas.”
El protagonista, adolescente también, busca a su chica e intenta obtener la anhelada satisfacción sexual, pero ella se niega: “piensas que soy una regalona, como las de las motos”, alega. Y es que ella, la adolescente, se considera una chica sexy, y no como aquellas  adolescentes que se suben a las motos, es decir, las “peladas.” El final tiene una escena tragicómica, que muestra el desamparo del adolescente.
En el tercer relato nos volvemos a encontrar con la chica de la moto como protagonista, pero con el orgullo que ahora se define Chica Sexy: “¿Cómo te va en tu vida de chica sexy?... ¡Bien!, se podría decir que bien… ¡Ya toda una mujer!...  Bueno, sí, ¿y…?”. Así principia este relato que, al igual que el anterior denota un manejo virtuoso de la prosa, con sus regates y requiebros, y elegancia. Además del buen manejo del monólogo interior.
Aquí tenemos a una chica adolescente de colegio tratando de seducir a su profesor… con el fin de demostrar que ella es sexy. Aun cuando al final de la historia enfrentará una decepción: “Una chica llora, gime, se maldice. Una chica cualquiera, pero una como yo, no. Una chica…sexy.” 
Y terminamos con los relatos Limosna y Suspiros de luna. Dos relatos trágicos también, pero donde la tragedia está matizada con el amor materno y el sacrificio del amor que, como nota resaltante brota del corazón del narrador.
Sin lugar a dudas, una generosa entrega, una perfecta conjugación de relatos donde la prosa, el juego, belleza, la tragedia y la gracia de los relatos están presentes… y por supuesto, el espíritu joven que emana de estos.  
Contaba Oswaldo Reynoso que una vez le pidió su opinión a Martín Adán sobre sus textos, y este, si no recuerdo mal, le respondió así: “Usted va a ser desgraciado. No sabe lo que ha escrito.” Similar elogio le podría endilgar ahora a William David Urbano, como halago a su faceta de narrador: vas a ser desgraciado, muy desgraciado… para bien de la literatura.
Felicitaciones.

Jack flores vega

  

lunes, 30 de septiembre de 2013

EL MEJORERO Y OTROS CUENTOS



Cuentos de Huánuco
El Mejorero y otros cuentos, de Elí Caruzo


Acabo de leer un libro de cuentos de un autor de la selva: Elí Caruzo. Y la sorpresa que me llevo es tremenda. Maneja bien la prosa, hilvana bien sus historias y se vale, en la mayoría de sus cuentos, de personajes populares de esa parte de la selva peruana –Aparte de las distintas voces y estructuras narrativas que le dan un aire de dominio técnico en el arte de la palabra escrita-. Confieso que no soy un versado ni conozco a muchos autores de la selva peruana, pero considero que hay algo que une a todos aquellos a los que he leído: la naturalidad que tienen para escribir y –como lo dice el propio escritor Oswaldo Reynoso en la contraportada del libro- el deseo imperioso que tienen para contar. A todo eso le agregaría algo más: la fascinación con la que muestran aspectos del ambiente selvático –usos y costumbres-, y su jubiloso sentido del humor. Pero quiero referirme a lo primero, al ambiente selvático. Consideraba Leon Tolstoy que un escritor debe hablar de lo que mejor conoce, es decir, del ambiente en que ha crecido. Ya es conocida su genial frase: “habla de tu aldea y serás universal.” Y eso es lo que ha hecho el escritor de Huánuco Elí Caruzo en este formidable conjunto de diez cuentos: Hablar de su aldea, de la selva, del drama y las alegrías que ha ficcionado, -con apoyo de la realidad-; y al hacerlo, nos regala muchos trozos de verdad literaria que enriquecen nuestra existencia. Aquí un extracto de su libro: “Desde el día en que comencé a rozar el terreno en donde iba a realizar una mejora de cacao, era Mariana quien me llevaba el almuerzo.” Hermoso principio de cuento. Sigamos. “Siempre llegaba con sus cabellos sobre los hombros y una flor prendida en el moño que solía hacerse sobre un lado de la frente. El sol del camino le coloreaba las mejillas y, a pesar de que estábamos en la chacra, gustaba de vestirse bien; su ropa resaltaba las magnificas sinuosidades de su cuerpo.  Aunque quería hablarme, no lo hacía; tal vez porque me veía con unos ojos de tigre.” Formidable. ¡Qué límpido para escribir! Veamos en otro cuento. A campo traviesa. “El grito llenó toda la casa y despertó a los que dormían. Poco después se repitieron otros; provenían del cuarto de doña Josefa.” Y la narración prosigue. “Carlos se acercó al ofidio hasta tenerlo a una distancia ideal. Lentamente alzó la vara…” “Antes de iniciar el ataque, respiró profundo; apretó un momento las manos en el palo, luego las relajó. Sabía que el primer golpe era decisivo; la serpiente quedaría adolorida y, entonces, la remataría. También sabía de lo mortal que es la mordedura de una shushupe, que su víctima no alcanzaría a vivir más de una hora si no recibe un contraveneno.” ¿A quién me recuerda este conjunto de cuentos? A Horacio Quiroga, el gran escritor uruguayo cuyos cuentos de serpientes han quedado inmortalizados. También a Kipling, magistral en cuanto a retratar la selva de la India. Pero hay más cuentos del libro: Confidencias de una jugadora, la carta del Adiós y, como no podía faltar, cuentos que nos hablan de la violencia subversiva que padecieron los habitantes de la selva de Huánuco: Yo sabía que los iban a matar y Entre dos fuegos. Magníficos cuentos, enaltecedores, faltándoles solamente, en algunos, apuntalar el final. Felicito al autor por la ventana que nos abre para ver ese lado de la selva del Perú. Con él, y otros narradores, el futuro promisorio de la literatura peruana está asegurado.

Jack flores vega

Lima, 30 de septiembre de 2013   

sábado, 31 de agosto de 2013

EL TIEMPO DE LOS MUERTOS, DE HUGO VELAZCO


Relatos desde Huancayo
EL TIEMPO DE LOS MUERTOS, DE HUGO VELAZCO


Hay libros que se tornan inolvidables en nuestras vivencias. Hay libros a los que siempre volvemos. Una y otra vez, devotamente. Como los libros de Borges, de Cortázar, o de Poe. Libros de relatos memorables. Como también lo son los de Monterroso, o el de nuestro recordado Julio Ramón Ribeyro. Son libros que se pueden considerar “clásicos”, tomando la acepción del término de un ensayo de Borges: “clásico es un libro que las generaciones  de los hombres, urgidas por diversas razones, leen con previo fervor y con una misteriosa lealtad.” Y a esto último es a lo que quiero referirme, a la lealtad. La lealtad de un autor para con los grandes maestros. Hugo Velazco ha publicado el libro El tiempo de los muertos, que consta de veinte y cinco relatos, todos muy bien escritos, con una prosa solvente y que lo lleva a enraizarse con los grandes autores y con los grandes temas: la muerte, la locura, el tiempo, el amor y la vida. Claro, su estilo y su tema no es, en general, el del realismo social, tan predominante en la mayoría de narradores peruanos, sino el de un estilo y tema universal,  culto, enciclopédico, pero no por eso deja de estar alejado del compromiso social y, sobretodo, existencial que es lo que se muestra en casi todos sus relatos. Cuentos como Yubé, donde uno de los protagonistas es un brujo de la selva del Congo  que tiene la costumbre de comerse a sus víctimas, o Las casualidades no existen, ambientado en el espacio donde los protagonistas contemplan el deterioro del planeta, o El paciente Charly Hanssonn, un protagonista rayano en la locura. O ese otro buen cuento Yo vivo en ti, que nos hace evocar a Cortázar de Casa tomada. Realmente cuentos excepcionales que bien podrían encajar algunos en lo fantástico, en lo psicológico, lo policial, en la ciencia ficción y hasta en el terror. Pero no nos equivoquemos, los relatos todos exhiben una preocupación del autor por nuestra existencia, nuestro lugar en el mundo, efímero y trágico. Por eso digo que el autor mantiene una lealtad con los grandes autores y con la tradición literaria universal.
Va a ser muy difícil encontrar un autor que nos haga evocar en un solo libro a los grandes maestros. Y honestamente, no creo que haya en la literatura peruana un libro de cuentos totalizador, que abarque dimensiones de distintos escritores como este libro de Hugo Velazco. Estoy seguro que el lector también descubrirá y agregará algún otro autor o cuento que la lectura de El tiempo de los muertos le haya podido suscitar.   
Afirmaba Borges que él lo que buscaba con sus cuentos era suscitar una pequeña reflexión, una inquietud. Bueno, los cuentos de Hugo Velazco también buscan eso: reflexionar sobre la existencia del hombre, sobre el tiempo y el momento actual. Su compromiso es omnívoro, no deja nada al azar, acaso porque intuye que el azar también es una invención humana, y que, como en una obra de ficción, va señalando el derrotero maniqueo y confuso de nuestra existencia.     

Lima, 31 de agosto de 2013

Jack flores vega

sábado, 3 de agosto de 2013

PALABRAS PARA DIARIO DE BATALLA



Palabras para Diario de batalla, de Jack Flores *

Ricardo Ayllón

Como a casi la mayoría de mis amigos escritores en Lima, no recuerdo bien cómo conocí a Jack Flores, creo que fue de entre aquel grupo de luminosos nictálopes que consuetudinariamente nos encontramos los viernes en Don Lucho, el hermoso bar con la vieja rockola del Jirón Quilca, en el centro de la ciudad; o tal me lo presentó alguien, quizá el narrador Carlos Rengifo, alguna media tarde de farra luego de una presentación literaria similar a esta; la verdad, no estoy seguro ahora; pero de lo que sí puedo dar fe, es que a Jack Flores, esforzado creador de mundos literarios, peleador callejero de la palabra, fabuladorincorregible, lo he encontrado siempre entre el grueso de escritores que acabamos la suela de los zapatos recorriendo mundo por remotas tierras del Perú.

El texto de la solapa de este libro dice a la letra: “Viajero constante”; y lo recalca más abajo: “Ha recorrido el país de palmo a palmo participando en distintos eventos literarios”. Yo doy fe de ello. A mí me consta. Siento que a Jack Flores solo hay que avisarle que la cosa (literaria) es en Andahuaylas, en Huaral, en Huancayo, en Tingo María… o en Puno, y él no lo piensa dos veces: se va hasta cualquier latitud del paíspara hacer conocer su literatura, aquella narrativa suya posicionada no solo en experiencias propias, en sus reflexiones constantes o en sus puntos de vista acerca de la realidad peruana; sino también aquella literatura que tiene mucho de su personalidad, de su lectura crítica sobre el ser humano, de su sentido del humor que a veces pareciera pesimista, negro; y que, sin embargo, no deja de estar presente como una constante, como un ave que surca el cielo de las páginas de sus libros con miradaperspicaz, o como una de aquellas avionetas que fumigan los campos de cultivo cubriéndolos con el especial color de su temperamento.

Porque en su forma singular de narrar siempre está él. Sino quién puede negar que en aquel cuento “Piensa, piensa…” de su primer libro, Lecciones para un suicida, el protagonista no es el propio Jack autocalificándose en la voz de una abuela que funciona a la manera de su propia conciencia; o díganme sino si uno de los buscadores de la casa de José María Arguedas, en el libro y cuento que llevan el mismo nombre (La casa de Arguedas) no es el mero Jack Flores, situándonos en una de sus facetas, la del viajero curioso, inquisidor, censor de la idiosincrasia del peruanorecorriendo con empeño una de nuestras localidades andinas.

Por eso ahora que he leído Diario de batalla, creo haberlo encontrado nuevamente. En este caso llega al lector con el nombre ficticio de Joaquín, un muchacho egresado de la secundaria que se dedica el día entero a atender un locutorio de Internet y de llamadas teléfonicas,a la vez que se entretienemirando videos de estrategias militares en las batallas más conocidas de la historia mundial. Y junto a ello, un elemento que hace más interesante la trama: su fijación por Fiorella, una hermosa vecinita que llega siempre por su establecimiento a requerir servicio de llamadas.

A partir de aquí, Jack Flores desarrolla una entretenida mirada de la realidad juvenil desde la propia conciencia de un joven limeño; para ello, ha utilizado la técnica del diario, ese documento íntimo que cuando lo lleva un joven, se vuelve dinamita entre sus manos debido a que la adolescencia, la juventud, es la edad de los descubrimientos, del nacimiento de las preferencias, del enamoramiento, del punto de partida de las importantes decisiones en la vida y, por supuesto, de la rebeldía, de los primeros conflictos personales… en suma, de esa batalla que es la vida y que a Joaquín, por qué no, le gusta vislumbrarla desde su condición de espectador de estrategias militares por Internet.

Pero Diario de batalla es también el título alegórico paraaquellalucha aún más específicaque libra contra los miembros de su familia: sus padres, sus hermanos Milena y Galván, y su sobrina Mileidy, quienes se oponen a su repentina decisión de alistarse en el servicio militar obligatorio. He aquí el conflicto completo para una historia llevadera, fluida, festiva, pero llena de ese cúmulo de reflexiones y puntos de vista que envuelven a todo joven peruano cuando se encuentra frente a las primeras, difíciles y grandes decisiones de la existencia.

Joaquín, por fortuna, tiene el respaldo de los amigos (en especial de Joan, quien es un verdadero confidente), de su núcleo familiar, del florecido sentimiento hacia Fiorella, del entorno vecinal y de sus preferencias estéticas (escucha música del recuerdo y lee buena poesía) para desarrollar una opinión que lo convierte en un muchacho seguro de lo que quiere, pese a que no deja de enterarse que la vida es siempre un misterio, una caja de contigencias de la que nunca se puede esperar nada seguro, tal como lo descubre a veces cuando se ve obligado a escuchar conversaciones telefónicas ajenas de sus clientes.

No obstante, él está siempre presente, haciéndose carne en estas páginas para contarnos un episodio de su vida en este diario que abrimos con curiosidad y gracias a cuyo lenguaje coloquial nos convertimos en cómplices de sus angustias, anhelos, alegrías, inseguridades y cavilaciones.

Estoy seguro que, de tratarse de un lector joven, este se encontrará en Diario de batalla reflejado perfectamente como ante ese espejo de nuestros días que Jack Flores ha sabido pulir y ofrecer esta vez en forma de libro. Porque es también cierto que en mucho de este Joaquín se encuentra el karma del autor, como adelanté al principio. Yo leo a Joaquín, y me parece escuchar la expresión irónica de Jack cuando nos envolvemos en alguna conversación cotidiana.

Sea bienvenida esta nueva entrega de Jack Flores y le agradezco por permitirme este reencuentro permanente con su espíritu humano y creador cada vez que me aproximo a una nueva producción suya.


* Texto leído la tarde del lunes 22 de julio en la 18° Feria Internacional del Libro de Lima.

viernes, 5 de julio de 2013

DE SOTANAS, MILICOS Y TERRUCOS, DE WILI SIANCAS MOREANO



Cuentos de la violencia, desde Andahuaylas.

De Sotanas, Milicos y Terrucos, de Wili Siancas Moreano


Una vez escuché decir que la narrativa de la violencia requiere de tiempo para madurar. Sobre todo después de finalizado el conflicto interno que vivió el Perú. Y más aun tratándose de una novela. Y la realidad nos demuestra que es cierto. Hay un boom de la narrativa de la violencia, hay cuentos y novelas que rebasan ya el centenar. Y hay nuevos y conocidos autores que pregonan ya las suyas. Desde diferentes rincones del país. –Quizás los veamos en una feria del libro-. Pero claro, no todos exhiben una maestría para narrar. Ni una profundidad en el tema. Y es que es necesaria la distancia, el tratar de ver los hechos sin la exaltación y la pasión que suscita este terrible acontecimiento, doloroso, trágico, que envolvió a todos. Y aquí quiero traer a colación el libro de cuentos de Wili Siancas Moreano: De Sotanas, Milicos y Terrucos. Un buen libro. Un excelente libro. Unos cuentos muy bien narrados; de factura realista, claro, pero sin caer en la truculencia: “Amílcar Sánchez había muerto en su ley. Los compañeros ni siquiera intentaron rescatar su cuerpo, porque sabían que no encontrarían nada. Lo que quedaba de él eran pedazos de carne y huesos chamuscados y sanguinolentos, desparramados en la pista polvorienta frente a las ruinas de la municipalidad distrital de Ocobamba, en medio de gente temerosa y huidiza que no lograba salir de su asombro.” Y nos muestra, en los tres cuentos que conforman el libro, el grado de violencia y los móviles de los implicados en el drama. No hay piedad ni lástima. El autor solo muestra. Y nos mete en la vorágine de las diversas caras de la violencia política del país. En el cuento Sombrías reminiscencias, por ejemplo, el grado de violencia y de crueldad de los militares y subversivos se ve morigerado con una carta de la esposa de un subversivo donde se lamenta de la situación que su cónyuge está viviendo y que ha llevado a su familia a la desesperación. Algo que los militares al terminar de leer la carta, elogian: “¡qué tal carta, carajo!, dijo el comandante.” “Como para llorar, ¿no mi comandante?” Y el hecho sorprende más con la implicación de un sacerdote que, prisionero de los militares bajo sospecha de “colaborar”, se ve después libre para luego atentar y segar la vida del comandante. El autor, como dijimos, muestra. Y muestra bien, con una variedad de recursos narrativos, flashback, manejo de los tiempos, cambios del punto de vista, etc., todo con una naturalidad que sorprende. Realmente elogiable. Y lo mismo se advierte en Oreja de perro, cuento que empieza con el velatorio de un subversivo, al que también concurren los jefes policiales. En el ínterin, mientras miran el rostro del difunto, compañeros del subversivo rememoran los hechos, el porqué de la muerte del camarada. Y luego el regreso al presente y trágico final del cuento: el drama una vez más, desolador, duro, sin compasión, con el cambio de punto de vista del narrador. Y nos convence. Por último, tenemos el cuento más largo: Chiwaku exterminador. Es quizás, para decirlo de algún modo, el cuento más andino, donde la querencia y el alma del autor se ven reflejados. Aquí un pasaje: Leonor era como toda niña de los pueblos andinos donde la maldad y el egoísmo aun no habían llegado. En su pequeña figura reunía toda la gracia poética del qantu de altas cordilleras o el de tiernas pariwanas cuando se mecen al regazo de sus madres, haciendo guiños con la brillantez de sus ojos oscuros, al lado de su querencia, del paisaje, del cielo y del universo.  También es el cuento donde el autor se muestra crítico con los acontecimientos, con las fuerzas del orden, con los subversivos. Es la defensa de lo andino.
También escuché decir –o leí, creo- que en la narrativa norteamericana  del siglo XIX faltaba el gran drama que alimentara la literatura, y que la guerra civil secesionista suplió esta carencia, alimentando a los narradores. Faulkner fue uno de ellos. Y su más grande mentor. Creo que, para nuestra desgracia, -no para la literatura-, el conflicto interno peruano es el leitmotiv que está alimentando la narrativa actual, en su gran mayoría. Wili Siancas Moreano, con su libro de cuentos, así lo reafirma.

Lima, 5 de julio de 2013


Jack flores vega

viernes, 24 de mayo de 2013

El cine club en San Juan de Miraflores


El cine club en San Juan de Miraflores. Historia de un sueño

                    Por Alberto Guardia


El primer y único cine club en San Juan de Miraflores tuvo en Jerónimo Pereyra a su principal propulsor. Y la historia de este, así como la del cine club que formó, es digna de una película, como de un gran elogio. En el año ’84 renuncia a trabajar en el INC (Instituto Nacional de Cultura) cuando éste era dirigido por Martha Hildebrant. De niño, a Jerónimo le gustaba el cine porque su abuelo paterno tenía un cine en Manaos, Brasil, y ahí vio todo el cine americano  de los años `20. Jin Kelly, Fred Astaire, todo el cine negro norteamericano, Bogart, etc. Y soñó con tener su cine cuando sea adulto. Era, además, amante de la literatura de Henry james, Woolf, etc.
El autor frente a la casa donde fue el cine club de San Juan de Miraflores

Con el dinero que recibió del INC se compró un proyector de 16 mm. Mandó hacer un écran y en el garaje de su casa, en la calle Lizandro Montero de la zona B, instaló el cine con el nombre de François Truffaut, en homenaje al famoso cineasta francés. Se convertía así en el fundador, junto al que escribe esta nota –Alberto Guardia- del primer cine club en San Juan de Miraflores.
Este cine club tuvo el mérito, además, de ser uno de los primeros cines clubs en Lima, junto al Don Bosco, al Santa Elisa o al de la Universidad Agraria.
Contó también con el auspicio de la Embajada francesa que proporcionaba las películas. La Universidad Agraria, gracias a las gestiones del Dr. Rainel, también prestaba las películas; además de contar con el apoyo de los amigos de la revista Hablemos de cine, de Federico de Cárdenas e Isaac León Frías.
El cine club cumplió un buen rol. Ahí se pasaron ciclos enteros de Godart, Chabrol, Bertolucci, Kurosawa, Monau, Gerson, Fasbinder, etc. Y concurrían un grupo de gente, vecinos que al final terminaron conociéndose y del que algunos luego serían conocidos –ahí estaba Domingo de Ramos, cuando aun no había publicado ni un libro, el narrador Rafael Miranda que concurría acompañado de una bella fémina, ambos sentados en la última fila, quién sabe para qué. 
El cine club de Jerónimo Pereyra era barato, cobraba un sol la entrada, es decir, un precio simbólico; y tuvo, además, otro mérito: ahí llegaron personalidades para hablar de cine: estuvieron los poetas Pablo Guevara y Juan Bullita, también estuvo el poeta norteño Armando Arteaga, quien  entonces tenía su columna en el diario Expreso. El lugar –garaje- sirvió también para hacer recitales de poesía, con lo que el lugar se volvió todo un centro cultural.  
Pero el sueño de Jerónimo Pereyra no duró mucho. La vida, como la de todos, se alimenta no solo de sueños, sino también de realidades, y la realidad de Jerónimo Pereyra difería mucho de un sueño. Su deseo de vivir del cine se iba mal rodando –con un sol la entrada-. Los ingresos del cine club no alcanzaban, así que después de 4 años optó por vender su proyector y viajar a España. Ahí llegó luego de 3 intentos frustrados –fue deportado inmisericordemente-. Al final, viajando por mar, logró llegar a Ámsterdam desde la cual partiría a España, Barcelona, donde actualmente reside. A él se debe el mérito del primer cine club en el distrito que alimentó a tantos soñadores quienes le debemos ese sueño. Esta nota es un homenaje a él.     

domingo, 31 de marzo de 2013

CUADRO EN MOVIMIENTO Y OTROS POEMAS




Cuadro en movimiento y otros poemas 
Los poemas visuales de Rafael Miranda

Desde las primeras vanguardias históricas a comienzos del siglo XX, el arte, la literatura se alternaban armoniosamente con elementos no sólo de la realidad cotidiana sino que anunciaban la portentosa aparición de la tecnología en los textos y otros soportes que el arte hacía de ellos para evidenciar su presencia. Pensemos en los futuristas italianos que alababan a las máquinas insuflándoles alma, corazón y vida. A los Dadaístas que hacían collages con trozos de fotografías, y de los surrealistas apropiándose de los estudios de Freud y proponiendo la escritura automática o utensilios de uso domésticos elevándolos a la categoría de arte (como fue el caso del famoso inodoro de Marcel Duchamp que inauguró el arte de nuestros días). Los lenguajes se interconectaban y se plasmaban en todos los ismos que, de allí hacia delante, el arte no volvió  a ser el mismo.
En Latinoamérica, las vanguardias de principio de siglo, con su propia peculiaridad, hicieron lo propio.
En el Perú tenemos los casos de Carlos Oquendo de Amat, Hidalgo, Juan Parra del Riego, Martín Adán, entre otros. Y ahora, aun en pleno siglo XXI, tenemos a Rafael Miranda, abogado, narrador y poeta que ha poetizado estas propuestas con un tono contemporáneo.
En sus textos se plantea la relación de música (rock en este caso), la pintura, la escritura y la tecnología. Las palabras son el hilo conductor que nos va a señalar a palpar estos objetos del dicente que va expresando su malestar y sus grandes goces de la vida en cada una de sus páginas.
El erotismo se manifiesta no solo corporalmente sino visualmente, como si estuviéramos viendo una película que se discurre lentamente, enfocando su atención en los íntimos recovecos del cuerpo; el cuerpo femenino que lo metaforiza como una ciudad donde el sujeto poético transita en su libre albedrío que le da su imaginación, no sin antes toparse con la imposibilidad de un deleite total; para ello recurre a una utopía; y, con renovada energía, nuevamente acomete para llegar a las cúspides del éxtasis. Este impedimento que se le presenta, le da, a pesar de todo, más fuerzas que van renovándolo a casa verso y, como el mito de Sísifo, continúa hasta la extenuación. El yo poético manifiesta así, casi detalladamente, su conflagración que produce el cuerpo junto a otro cuerpo, aflorando ese lado oscuro animalesco que tenemos dentro. La libido emerge como un iceberg a la superficie de la piel cuyo escenario es el cuerpo de la mujer, para ser más preciso.

En esta fusión de cuerpo, arte y tecnología, como metáfora se entiende, Rafael Miranda abre un camino hacia el mundo interior o a su mundo interior y nos lleva a otra dimensión, a otra realidad. Sus imágenes, de cuño surrealista y onírico, ahondan esta sensación de aquello que le fue muy caro a los románticos alemanes: esa búsqueda constante de la quimérica flor azul que el gran poeta Novalis evocaba en sus poemas.
Sensualidad y osadía hay en ciertos versos de su libro Cuadro en movimiento y otros poemas. Aquí un poema.
                                   
                   ODA A CHARLOTTE

Con tus manos  envuelves esta sinfonía de labios carnosos
 dentro de mi pintura
 ¡OH! Charlotte 
 Te conocí caminando encima de mi cuerpo
 papel sonrisa
 cueva de  versos dorados,
 dormiste en la esperanza.
 Mientras ella y yo conversábamos sobre  aquel cuadro que nos  mira
 Tú descendías a las profundidades de mi piel  sumergida en los brazos de maniquí
 Como una pintora expresionista que camina en mis sensaciones y emociones
 Dibujada   en tus ojos de color lila
 Y jugueteando en mi regazo que duerme   en un beso  sensorial
 Eres el retrato de pelusas eróticas  recorriendo suavemente los labios 
 de mi noche húmeda 
donde la poesía y la pintura se funden en gemidos y jadeos que nadan suavemente       en una canción 
 Una canción de piernas rojas con rayas en lencería negra,
 que adornan mi habitación
 para terminar devorándonos en un zarpazo de deseo.


Y finalmente, este otro poema con el cual termino deseándole mayores éxitos a las nuevas obras que Rafael Miranda nos tiene acostumbrado.
                                


                             ESBELTA

Las nalgas del mar se posan en tus ojos
las palabras nadan  en sus olas.
El viento vuela  al viento y  abre  sus brazos que acarician mi mente
Stravinski  se desborda en tus labios
Mientras pintas el cielo en  luz
Una luz de estrellas que  se escucha en un bar un domingo por la tarde
La desnudez de las voces se pasean por Lima
Un vientre   en flor apacigua mi nostalgia
Alzo al vuelo con mis alas mojadas de presente y aterrizo en  tus muslos/ descubro la ciudad  de parís.
Un parís que llevo  en tus piernas de invierno en Lima.
Un parís que nace de la espuma de sueños de poetas de vidrio
Un cuadro  de Paul Klee se dibuja en mi ojo izquierdo y en el otro ojo llevo dibujado otro cuadro  de Kandinsky
Y a través de los cuadros  veo el prisma del amanecer acerado
Mientras la vida cabalga su culo como una gran mujer sensual sobre mi cuerpo
Yo pinto mi cuadro en tus pechos,
Y lo firmo con mi boca en tu pliegue.

         
                                                                                 Domingo de Ramos

domingo, 10 de marzo de 2013

RITOS NOCTURNOS




RELATOS DE HUANUCO
RITOS NOCTURNOS, DE MIRKO VILCA

Acabo de terminar de leer el libro de cuentos Ritos Nocturnos, del escritor huanuqueño Mirko Vilca. El libro tiene muchas virtudes: buenas historias, buenas estructuras y eficaz prosa. No lo digo por decir. Es una prosa directa, sin adornos ni artificios –ni experimentalismos-, pero no por eso menos literaria. Fijémonos un poco en el cuento Cartera Negra, en su principio: María no pudo conciliar el sueño desde que perdió la virginidad con Esteban. Directo, sin ambages, introduciendo el conflicto en la primera línea. Luego prosigue: En el trabajo, mientras Esteban acariciaba los ladrillos, llenaba su corazón con quintales de felicidad. Por fin sería feliz. Y el narrador nos sigue envolviendo con la historia de la joven mujer casada con un hombre cuarentón, la cual, al parecer, no tenía experiencia de la vida. A mi niña te la llevas sin que ningún pecado haya cometido –había dicho Francisco Canales cuando entregó a María a las manos de Esteban. Y el relato prosigue con la mujer afirmada en su vida matrimonial que consolida un pequeño negocio de cosméticos y viaja a la capital a comprar mercaderías. En uno de esos viajes sucede lo increíble. La esposa, María,  oculta un secreto. Pero esto ya lo averiguará el lector. Lo que a mí me llama la atención es el nombre de un pueblo: Corona. Ignoro si es un nombre de un pueblo existente o inventado por el autor –yo me inclino por esto último-. Lo cierto es que este nombre aparece en otros cuentos. Como en Noticias para los diarios, un cuento donde el protagonista es un periodista. Allí empieza: En todo este tiempo había viajado por muchas ciudades tratando de encontrar alguna oportunidad laboral, pero, al parecer, esta no existía. Y ahora me hallaba en Corona, cubriendo el puesto mísero de columnista de un diario local. No sé por qué este cuento me recuerda a Onetti, a sus personajes oscuros, derrotados, tragados por la noche. Sin duda, hay una gran similitud –esto ya lo averiguaré conversando con el autor-. Pero lo cierto es que funciona. El pueblo, los personajes, la fatalidad evocan la atmósfera onettiana. Lo que no quiere decir que es una copia, no. Todo lo contrario. Es un acierto. Creo, si mi memoria no me engaña, que es la primera vez que leo un libro de relatos de un joven escritor de provincias donde amalgama de una manera tan convincente y original la atmósfera onettiana que merece aplaudirse. Claro, algunos pueden decir que es faulkneriano si nos limitamos al nombre Corona; también pues, hay vasos comunicantes entre estos dos grandes autores, pero me quedo con el primero, Onetti; la prosa de Faulkner es muy recargada y no hay en este punto comparación con el autor de Ritos Nocturnos. En fin, muchas cosas se pueden decir de este libro, pero necesito limitarme y ser fiel a mis primeras impresiones. Así que concluyo.
Una vez escuché decir a un poeta nacional que es muy raro que un joven que se inicia en poesía empiece mal, “generalmente empiezan bien”, afirmaba. Algo similar podría yo decir, después de leer el libro de cuentos Ritos Nocturnos, de Mirko Vilca, empieza bien, demasiado bien; solo el tiempo nos dirá –y la práctica, la voluntad del autor- si este logra consolidarse como un buen escritor del interior del país y no quedar meramente en una simple promesa. Mis mejores deseos para él.

Lima, 10 de marzo de 2013
 Jack flores vega