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lunes, 15 de octubre de 2012

POEMARIO DE SABINO TINTA AYMA: TRAVESÍA HACIA LA MUERTE



Poesía indígena, ecológica y rebelde
Travesía hacia la muerte, de Sabino Tinta Ayma


… Además, los versos de estos poemas no se parecen a nadie, solo se parecen a mí, tienen las mismas características de mis ojos, mis brazos, mis huesos. Las melodías que vibran en cada verso son mi voz, mi llanto, mi ira, mi risa, mi alegría. Por eso digo, los poemas que hoy les ofrezco en estas páginas son como soy, tienen la misma fisonomía y la misma estatura que yo.
Estos poemas nacen de mi cultura y van a mi cultura, brotan de mis raíces y van a mis raíces, que están a punto de secarse.

Así nos habla, con desgarro, con clamor, con sentimiento telúrico, el autor de este poemario cuya fuerza y color viene de lo hondo, de su infinita cultura milenaria; de su contacto con la naturaleza y de su rebeldía ante la locura de la autodestrucción que el mismo hombre se empecina en seguir. Sabino Tinta Ayma es andino, de la comunidad campesina de Orccocca y Collana, del distrito de Checca, Canas, Cusco. Educador, que reside ahora en la capital desde la cual es testigo de la hecatombe a que nos está llevando este sistema consumidor, alienante, opresivo para todas las culturas autóctonas, para la propia subsistencia del ser humano, sordo y ciego ahora, envuelto en la vorágine de la modernidad y la razón deificada que no permite cambiar a un mejor sistema de vida.

¡Oh, árbol!, te erguiste cual guerrero legendario en el valle, en la montaña, en la quebrada, en el campo desolado; acariciado por el viento suave; abatido por el tornado violento; castigado por el granizo salvaje; congelado por la helada del invierno; y lastimado por la avezada nevada, que en muchas ocasiones logró echar por tierra tu cabellera atractiva; pero nadie logró destruir tu valentía; fuiste más que un Quijote.    

Su canto al árbol, como símbolo de la naturaleza, de la pacha mama ha logrado subsistir en los terrenos más agrestes, e imponerse y llevar vida es elocuente. Pero ahora, temeroso de su destrucción, de la contaminación del medio ambiente, de la desolación del hábitat, de la despoblación y aniquilamiento de las comunidades alto andinas, advierte, alza su voz:

¡Oh, árbol bendito, hermano mío! Creciste en más de treinta años y moriste en menos de cinco minutos. ¡No hay nadie que detenga la mano brutal de la especie humana! ¡No hay nadie que aguante la actitud vil de los humanos! ¡No hay nadie que te defienda con firmeza! Somos la especie más ambiciosa y criminal, enemiga de nuestra propia existencia. Yo pregunto: ¿Qué demonios haces, hombre?  

Pero su clamor no está expresado solo en prosa, sino también en verso, en donde, con voz nostálgica nos dice:

Yo nací en esta casa,
crecí con cerebro envenenado,
con ojos vendados
con manos atadas,
            sin valor;
a los pocos días
la sed, el dolor
me mantuvo entre sus filudas
mandíbulas,
y por las noches, entre sus garras mortíferas.
Yo nací en esta misma casa,
sin embargo…
no he visto crecer ni un manzano
ni árboles frutales
ni conozco una arboleda nutrida de flores
y pájaros;
apenas, troncos añejos
que hoy sobreviven carcomidos
abatidos por la tormenta
y castigados por la helada.

El poemario tiene la temática de la naturaleza, de la vida acosada, de la alienación, de la protesta rebelde, pero estos temas por sí solo, no hacen que el libro sea andino; sino que es andino por sentimiento, por su modo de expresar y clamar. Allí es donde se emparenta con otros escritores y poetas del ande. Por su prístina manera de ser, de sentir, de vivir. Aun cuando ahora se encuentre en la urbe. Su lenguaje no cambia. Lo occidental no mata en él lo mágico, lo autóctono; vive y se manifiesta como es. Por eso es que Travesía hacia la muerte es importante, porque sin descuidar la forma de expresarse brota de sus versos el alma indígena, se esparce y nos habla del árbol, de la casa, de la vida, de la muerte, de la esperanza, y nos advierte:
Obreros, campesinos, maestros y estudiantes de toda América
Hagamos del planeta un bosque lleno de flores, pájaros y frutas,
Que sigan cantando los ríos, que sigan trinando las aves, que siga riendo el sol
……………………

 Su canto es ecológico, actual; y por raíz, porque representa a todos y contiene el deseo de todos, es universal. Un claro ejemplo de afirmar lo autóctono, sin caer en falsedades. “Yo soy, sigo siendo”, parece decirnos, cual amauta Arguedas, el autor. Así lo valoramos.

Lima, 15 de octubre del 2012

Jack flores vega