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lunes, 25 de noviembre de 2013

FANTASÍA Y LUCHA SOCIAL EN PASAJE MAR AMARILLO

                  

Libro de relatos
Fantasía y lucha social en Pasaje Mar Amarillo, de Eva Velásquez


Algunas veces uno se encuentra con textos que se resisten a una categoría establecida, a un canon regido por la academia. Por ejemplo: Celebración de la Novela, del eximio escritor peruano Miguel Gutiérrez Correa. Es un libro, como lo dice su propio autor, “que bien se puede leer como una crónica, un ensayo o una novela.” Y es verdad. Se puede leer así y se disfruta mejor leyéndolo así, sin ninguna preocupación por su clasificación. Y de la misma manera, el libro Prosas Apátridas, de Julio Ramón Ribeyro, un libro que su mismo autor se negaba a clasificar. Y ni qué decir de libros de escritores del extranjero, algunos siguen con la tendencia de la vanguardia, la experimentación. ¿Pero a qué viene tal remembranza? Bueno, es por la inquietud y sensación que me ha causado al leer el libro de relatos Pasaje Mar Amarillo, de la escritora chimbotana, Eva Velásquez Lecca.  Es un libro que contiene ocho textos narrativos. Todos marcados por la fantasía, pero con distintos y variados ingredientes. En algunos de ellos se incluyen párrafos que se asemejan a una proclama, a la leyenda, y que incluyen también un dios mitológico andino o un dios mitológico griego, y hasta el dios cristiano. No importa, todo es valedero para la autora, para que ella pueda transmitir lo que siente, lo que cree. Por eso recordaba a los libros de difícil clasificación. Porque los textos de Pasaje Mar Amarillo si bien reflejan el ansia de justicia social, en su forma son disimiles, heterogéneos por los recursos de que se vale. Fíjense en el primer cuento: La hora no registrada. Allí tenemos a una niña que se pierde en la hacienda en que vive, y cuando sus familiares la buscan, se dan con la sorpresa que se la ha llevado el dios Marañón, el dios del río, para que sea su esposa. Y el cuento termina de esta manera: “Y así, toda la región de Pataz fue bendecida por el Dios.” Es una historia, digamos, con un final feliz, en que la niña ha servido como ofrenda al dios para que su región sea bendecida en frutos. Y después tenemos una historia de duendes, y luego otra de botas y de gatos, como personajes. ¿Es literatura infantil? La respuesta es sí, y no. Porque si bien los cuentos tienen componentes infantiles, no se queda ahí, puesto que el énfasis está en el mensaje social; un mensaje claro, directo, sin tapujos. Aunque no sería extraño que los infantes también lo asimilen. Hay que recordar que literatura infantil es aquella que va dirigida a los niños o de la cual los infantes se apropian. Y yo creo que se los van a apropiar, aunque más los adolescentes que los niños. También hay que decir que la autora es poeta, tiene libros de poesía y este es su primer texto de narrativa. Hago esta apreciación porque creo que así podemos entender mejor el mosaico heterogéneo de su libro. El texto, como repito, es un conjunto abigarrado de ocho relatos disimiles, pero unidos por eso que un lector puede identificar rápidamente, y que constituye además, la médula personal del escritor: el estilo. Y el estilo de la prosa de Eva Velásquez es coloquial, popular, de fácil asimilación. Un ejemplo: “Cierto día, Leoncio encontró en el ropero del abuelo unas botas con corbata michi color azul, con incrustaciones de cobre.” Sencillo. Otro ejemplo más: “Una vez cumplida su misión de paz y armonía, Tutaykire abandonó la tierra y retornó al país de la verdad, el bello reino de Tutaykirión, más allá del Huascarán, donde las nubes cubren el horizonte. “   Y así podríamos nombrar la prosa de los otros cuentos. Pero no es solo por el estilo que uno puede identificar a la autora, sino también por sus otros recursos. Y aquí quiero citar al célebre escritor francés Flaubert. Decía él  que un escritor debe ser como un dios, estar en todas partes de la obra, pero no dejarse ver. Pero con el libro de Eva Velásquez sucede todo lo contrario: ella está en todas partes, y en todas partes se deja ver. En su amor por Chimbote, en su deseo de justicia, en su hablar popular, en sus sueños, en sus enseñanzas, en la ficción que nos cuenta y nos entretiene. Ella está ahí. Y los que la conocemos, los que tenemos la suerte de conocerla, sabemos que ella es así, que tiene esos arrebatos de lucha social; sin necesidad de caer en sectarismos, ni de pertenecer a un partido político. Por ejemplo. En el cuento La ciudad de los duendes. Cuando la niña se va a jugar con los duendes, “tres diminutos hombrecitos con barba muy verde y con el cabello rojo  ensortijado”, ella se olvida de la hora y en el juego, dice la autora, “viajó con ellos por toda la costa del Perú; estuvo en Paracas, conoció las Líneas de Nazca, las Islas de Pachacamac, La ciudad Sagrada de Caral, Sechín, El señor de Sipán, Punta Sal y sus bellos atardeceres.” En todos estos lugares, nos dice  la autora, jugaron a las escondidas con el tiempo invertido. Y cuando la niña quiere regresar a casa no puede, pero de tanto insistir los duendes acceden, dibujando antes una nueva ciudad en la costa. Y dice: “Y así apareció Chimbote, antes del boom pesquero, con su belleza natural, tan hermosa como el cielo.” Y luego en otro cuento, Tutayquire, el dios del mar, el relato termina de este modo: “los pescadores con sus rústicas lanchitas volvían al mar límpido y pacífico, sus familias los esperaban tranquilas y felices en sus casas; habían vencido a los malos empresarios, había retornado la paz y la justicia social a Chimbote.”
Y en los textos hay más referencias a la lucha social…, y a la fantasía.
Y a este otro aspecto en el que también me ha sorprendido quiero referirme –porque, en verdad, me ha sorprendido mucho-. El libro tiene una fantasía, una imaginación desbordante, trepidante. Una imaginación y fantasía que no tiene límites, que no responden a ningún canon. Ni al mitológico ni al oral, aunque se vale de esos elementos.  Por eso es que citaba su condición de poeta, porque creo que eso puede ayudarnos a entender esta fantasía, esta magia desbordada, sin reglas, sin frenos, limitadas solo por la historia que nos cuenta.
Fíjense: un par de botas con corbata michi son los personajes de un cuento. En otro, un gato llamado Edward que juega damas chinas y es escritor, que viaja a Paris y es famoso, y luego se lleva a su amiga al Egipto para que sea la reina, sucesora de Cleopatra. Extraño, ¿verdad? Pero  si leemos el texto, veremos que nos convence, creemos. Por eso digo que el libro me parece  inclasificable.   
Pero no solo hay que tomar en cuenta su condición de poeta para ayudarnos a entender la magia del libro sino también hay que ver sus lecturas, sus influencias. Y en sus lecturas yo veo allí una influencia conocida; la de Alicia en el país de las maravillas. Todos los que han leído ese libro se podrán dar cuenta de la magia de la imaginación, de lo fantasioso y de lo increíble que ocurre en el mundo que Alicia visita. Algo parecido nos muestra Eva Velásquez en Pasaje Mar Amarillo, lo que no quiere decir que es copia. No. Es auténtica, se vale de elementos peruanos. Hace un sincretismo. La leyenda cristiana de Pedro el edificador de la iglesia por encargo de Jesús y la mitología andina del dios Tutaykire.    
El arte de la narrativa es, pues, el arte de la persuasión. El autor tiene que convencernos de su ficción. O de su visión. Un buen autor, un buen escritor: impone su visión. Y aquí Eva Velásquez nos está imponiendo su visión: Su amor por Chimbote, su defensa del medio ambiente, su amor por la justicia, aunque sea con miedo, como nos dice en su cuento Pasaje Mar Amarillo en el que a un hombre que no respeta la naturaleza le cae una maldición.  “¿Adivinan quién es?”, se pregunta la narradora. “Sí, el hombre no artista, el hombre insensible a él mismo… Armando se llamaba el sinvergüenza, vaya, hasta cólera ya me dio. Este era el constructor de casas, el rey de los planos de los supermercados, el más pituco…” Bueno, este es el cuento del hombre que buscaba destruir el jardín donde vive una rosa y que termina así: “Hoy la rosa aun lozana y sonrojada perfuma nuestro jardín, y si tú no crees, ella leerá tu destino, como lo hizo con su cruel enemigo.” Como diciéndonos: cree porque si no te friegas. Y el libro tiene más pasajes, pasajes curiosos, donde la misma autora interviene. Y todo dulcificado por el estilo. No hay el realismo crítico, que es lo que caracteriza a la narrativa peruana, sino todo lo contrario, el lenguaje es coloquial, popular.
La verdad, el libro da para más de un análisis, para más de una metodología de estudio. Es auténtico y eso es lo que más rescato.
Termino diciendo que con proclamas, con una fantasía tremenda, con mensaje directo e indirecto, a trompicones, con rebeldía, Eva Velásquez se está metiendo en la historia de la literatura. Yo la celebro. 


Chimbote, 14 de noviembre de 2013
 

Jack flores vega