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viernes, 5 de julio de 2013

DE SOTANAS, MILICOS Y TERRUCOS, DE WILI SIANCAS MOREANO



Cuentos de la violencia, desde Andahuaylas.

De Sotanas, Milicos y Terrucos, de Wili Siancas Moreano


Una vez escuché decir que la narrativa de la violencia requiere de tiempo para madurar. Sobre todo después de finalizado el conflicto interno que vivió el Perú. Y más aun tratándose de una novela. Y la realidad nos demuestra que es cierto. Hay un boom de la narrativa de la violencia, hay cuentos y novelas que rebasan ya el centenar. Y hay nuevos y conocidos autores que pregonan ya las suyas. Desde diferentes rincones del país. –Quizás los veamos en una feria del libro-. Pero claro, no todos exhiben una maestría para narrar. Ni una profundidad en el tema. Y es que es necesaria la distancia, el tratar de ver los hechos sin la exaltación y la pasión que suscita este terrible acontecimiento, doloroso, trágico, que envolvió a todos. Y aquí quiero traer a colación el libro de cuentos de Wili Siancas Moreano: De Sotanas, Milicos y Terrucos. Un buen libro. Un excelente libro. Unos cuentos muy bien narrados; de factura realista, claro, pero sin caer en la truculencia: “Amílcar Sánchez había muerto en su ley. Los compañeros ni siquiera intentaron rescatar su cuerpo, porque sabían que no encontrarían nada. Lo que quedaba de él eran pedazos de carne y huesos chamuscados y sanguinolentos, desparramados en la pista polvorienta frente a las ruinas de la municipalidad distrital de Ocobamba, en medio de gente temerosa y huidiza que no lograba salir de su asombro.” Y nos muestra, en los tres cuentos que conforman el libro, el grado de violencia y los móviles de los implicados en el drama. No hay piedad ni lástima. El autor solo muestra. Y nos mete en la vorágine de las diversas caras de la violencia política del país. En el cuento Sombrías reminiscencias, por ejemplo, el grado de violencia y de crueldad de los militares y subversivos se ve morigerado con una carta de la esposa de un subversivo donde se lamenta de la situación que su cónyuge está viviendo y que ha llevado a su familia a la desesperación. Algo que los militares al terminar de leer la carta, elogian: “¡qué tal carta, carajo!, dijo el comandante.” “Como para llorar, ¿no mi comandante?” Y el hecho sorprende más con la implicación de un sacerdote que, prisionero de los militares bajo sospecha de “colaborar”, se ve después libre para luego atentar y segar la vida del comandante. El autor, como dijimos, muestra. Y muestra bien, con una variedad de recursos narrativos, flashback, manejo de los tiempos, cambios del punto de vista, etc., todo con una naturalidad que sorprende. Realmente elogiable. Y lo mismo se advierte en Oreja de perro, cuento que empieza con el velatorio de un subversivo, al que también concurren los jefes policiales. En el ínterin, mientras miran el rostro del difunto, compañeros del subversivo rememoran los hechos, el porqué de la muerte del camarada. Y luego el regreso al presente y trágico final del cuento: el drama una vez más, desolador, duro, sin compasión, con el cambio de punto de vista del narrador. Y nos convence. Por último, tenemos el cuento más largo: Chiwaku exterminador. Es quizás, para decirlo de algún modo, el cuento más andino, donde la querencia y el alma del autor se ven reflejados. Aquí un pasaje: Leonor era como toda niña de los pueblos andinos donde la maldad y el egoísmo aun no habían llegado. En su pequeña figura reunía toda la gracia poética del qantu de altas cordilleras o el de tiernas pariwanas cuando se mecen al regazo de sus madres, haciendo guiños con la brillantez de sus ojos oscuros, al lado de su querencia, del paisaje, del cielo y del universo.  También es el cuento donde el autor se muestra crítico con los acontecimientos, con las fuerzas del orden, con los subversivos. Es la defensa de lo andino.
También escuché decir –o leí, creo- que en la narrativa norteamericana  del siglo XIX faltaba el gran drama que alimentara la literatura, y que la guerra civil secesionista suplió esta carencia, alimentando a los narradores. Faulkner fue uno de ellos. Y su más grande mentor. Creo que, para nuestra desgracia, -no para la literatura-, el conflicto interno peruano es el leitmotiv que está alimentando la narrativa actual, en su gran mayoría. Wili Siancas Moreano, con su libro de cuentos, así lo reafirma.

Lima, 5 de julio de 2013


Jack flores vega