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lunes, 14 de octubre de 2019

NANOCUENTOS, DE ARMANDO BRAVO




NANO CUENTOS, DE ARMANDO BRAVO. MINICUENTOS TRÁGICOS



A estas alturas, en el Perú, creo que nadie ya desconoce el término y el género del minicuento, el cuento pigmeo, la microficción, o el nanocuentos, como lo dice ahora el escritor Armando Bravo. Todos, en algún momento, hemos leído estos minicuentos en revistas, en libros, y hasta en páginas de internet. Y estoy de acuerdo con lo que dice el autor en el prólogo: el género es antiquísimo; aunque eso, muchos en el Perú, lo hayan olvidado. Pero creo que todos, cuando escuchamos el término minicuento, hacemos referencia a los grandes difusores del micro cuento, como el guatemalteco Augusto Monterroso, o como el mexicano Juan José Arreola; pero principalmente por Monterroso y su ya célebre dinosaurio: “Y cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí.” O este otro también del mismo autor: “Hoy me siento un Balzac, estoy terminando esta línea.” Y creo también que en algún momento, todos hemos intentado escribir o escrito un microcuento. Esto, en la literatura peruana, es notorio, pero lo que no es notorio es que algún escritor peruano llegue a publicar un libro de microficción. Recuerdo a uno de los cultores del minicuento, a mi amigo, el escritor del Cuzco, Mario Guevara, quien luego de un viaje a México, donde pudo leer y darse cuenta de la enorme difusión del microcuento en obras personales y de antologías, llegó a publicar su propio breviario: “Matar al negro”, libro jocoso de microficción. Recuerdo uno de ellos: “Brichero: Después de agotadoras jornadas de placer, el amor que le profesaba se había diluido. Pero la gringa (una lágrima se deslizaba por la sonrosada mejilla) estaba firmemente convencida que él volvería. Aunque la posdata de la carta decía: ‘Amor mío, sólo me llevo quinientos dólares, porque te quiero'”. Recuerdo también a la profesora italiana Giovanna Minardi quien llegó a publicar una corta antología de cuentos pigmeos latinoamericanos. Posteriormente publicó otro libro también, más exhaustivo: la Microficcion nacional, cuentos breves de escritores peruanos. Ahí había cuentos desde César Vallejo hasta escritores actuales. Y es que muchos, en Lima, se animaron a escribir para estar en la antología de la profesora italiana. Esto causó revuelo e interés por el género. Lamentablemente esto no ha culminado en un germen de publicaciones de libros de microficción. Tiempo después, un joven escritor, estudioso de la microficcion, llegó a publicar otra antología y una revista dedicada al género: Plesiosaurio, que incluía a escritores de diversas nacionalidades, algunos, muy reconocidos y diestros en el género. Él, Rony Vásquez Guevara, de Lima, llegó a organizar eventos, y hasta ahora se mantiene como solitario difusor y estudioso de la microficción. He aquí uno de sus minicuentos: “cuento de terror: Y cuando despertó todavía seguía siendo un cuento”.  Rony Vásquez también llegó a publicar un libro de antología de microcuentos, esta vez un libro voluminoso de más de 200 páginas. Muchos escritores peruanos están ahí, vivos y no vivos. Pero repito, muy pocos han publicado un libro de microcuentos, a lo mucho se han hecho una que otra antología, como si el género del microcuentos se resistiera a crecer aquí, como sí sucede en otros países vecinos. Ahí tenemos a Galeano, o a esa hermosa antología de Armando Epple, calidad de microficción, o esa de Borges en unión con Bioy Casares. Por eso sorprende encontrar a un cultivador del microcuento en Huancayo, lejos de las grandes urbes, presentando su libro de microficción: Nanocuentos. Y lo que llama la atención en sus textos es la precisión de la frase, la brevedad y variedad temática; se ve que ha trabajado con paciencia. Una muestra:
 Damocles
Sobre mi frio cuerpo pende un hilo….sostenía la espada.
Otro nanocuento:
RH
El apasionado roce de esos labios en su cuello la enervaba. Desfallecida, le preguntó su nombre: “Nosferatu”.
Pero lo que más resalta en el libro son las alusiones a la muerte.
He aquí uno:
Premonición
Supe siempre que para morir tendría un sueño premonitorio. Hoy, por más esfuerzo que hago, no logro despertar de ese sueño.
Pero también hay textos con guiños a escritores, como este:
Turista
¡Pobre de mí! Llevo como única guía para este Paris ignoto, la Rayuela de Cortázar.
Y también hay nanocuentos que son de crítica,
SS
Amaba realmente al hijo que tuvo con la bella judía. Pero ese día era su deber hacerlos marchar en el tren que los llevó a Auschwitz.
Y este último:
Compasión
Compadezco sinceramente a los dioses –a todos-, porque no tienen potestad sobre la maldad humana.
El libro abunda en más textos breves, de distinta índole; sería una tragedia no leerlas… o peor aún, sería una mezquindad ignorarlas... en la brevedad de nuestra existencia.
Felicito al autor por este libro de microficción, que sin lugar a dudas, lo pone como un referente aquí en Huancayo, y como otro de los pocos autores de libros de microcuentos en el Perú.
Gracias.
Jack flores

25 de junio de 2019