NANO
CUENTOS, DE ARMANDO BRAVO. MINICUENTOS TRÁGICOS
A estas alturas, en el Perú, creo que nadie ya
desconoce el término y el género del minicuento, el cuento pigmeo, la
microficción, o el nanocuentos, como lo dice ahora el escritor Armando Bravo. Todos,
en algún momento, hemos leído estos minicuentos en revistas, en libros, y hasta
en páginas de internet. Y estoy de acuerdo con lo que dice el autor en el
prólogo: el género es antiquísimo; aunque eso, muchos en el Perú, lo hayan
olvidado. Pero creo que todos, cuando escuchamos el término minicuento, hacemos
referencia a los grandes difusores del micro cuento, como el guatemalteco Augusto
Monterroso, o como el mexicano Juan José Arreola; pero principalmente por
Monterroso y su ya célebre dinosaurio: “Y cuando despertó, el dinosaurio
todavía estaba ahí.” O este otro también del mismo autor: “Hoy me siento un
Balzac, estoy terminando esta línea.” Y creo también que en algún momento,
todos hemos intentado escribir o escrito un microcuento. Esto, en la literatura
peruana, es notorio, pero lo que no es notorio es que algún escritor peruano
llegue a publicar un libro de microficción. Recuerdo a uno de los cultores del
minicuento, a mi amigo, el escritor del Cuzco, Mario Guevara, quien luego de un
viaje a México, donde pudo leer y darse cuenta de la enorme difusión del
microcuento en obras personales y de antologías, llegó a publicar su propio
breviario: “Matar al negro”, libro jocoso de microficción. Recuerdo uno de ellos:
“Brichero: Después
de agotadoras jornadas de placer, el amor que le profesaba se había diluido.
Pero la gringa (una lágrima se deslizaba por la sonrosada mejilla) estaba
firmemente convencida que él volvería. Aunque la posdata de la carta decía:
‘Amor mío, sólo me llevo quinientos dólares, porque te quiero'”. Recuerdo
también a la profesora italiana Giovanna Minardi quien llegó a publicar una corta
antología de cuentos pigmeos latinoamericanos. Posteriormente publicó otro
libro también, más exhaustivo: la Microficcion nacional, cuentos breves de
escritores peruanos. Ahí había cuentos desde César Vallejo hasta escritores
actuales. Y es que muchos, en Lima, se animaron a escribir para estar en la
antología de la profesora italiana. Esto causó revuelo e interés por el género.
Lamentablemente esto no ha culminado en un germen de publicaciones de libros de
microficción. Tiempo después, un joven escritor, estudioso de la microficcion,
llegó a publicar otra antología y una revista dedicada al género: Plesiosaurio,
que incluía a escritores de diversas nacionalidades, algunos, muy reconocidos y
diestros en el género. Él, Rony Vásquez Guevara, de Lima, llegó a organizar
eventos, y hasta ahora se mantiene como solitario difusor y estudioso de la
microficción. He aquí uno de sus minicuentos: “cuento de terror: Y cuando
despertó todavía seguía siendo un cuento”.
Rony Vásquez también llegó a publicar un libro de antología de
microcuentos, esta vez un libro voluminoso de más de 200 páginas. Muchos
escritores peruanos están ahí, vivos y no vivos. Pero repito, muy pocos han
publicado un libro de microcuentos, a lo mucho se han hecho una que otra
antología, como si el género del microcuentos se resistiera a crecer aquí, como
sí sucede en otros países vecinos. Ahí tenemos a Galeano, o a esa hermosa antología
de Armando Epple, calidad de microficción, o esa de Borges en unión con Bioy
Casares. Por eso sorprende encontrar a un cultivador del microcuento en
Huancayo, lejos de las grandes urbes, presentando su libro de microficción:
Nanocuentos. Y lo que llama la atención en sus textos es la precisión de la
frase, la brevedad y variedad temática; se ve que ha trabajado con paciencia.
Una muestra:
Damocles
Sobre mi frio cuerpo pende un hilo….sostenía la
espada.
Otro nanocuento:
RH
El apasionado roce de esos labios en su cuello
la enervaba. Desfallecida, le preguntó su nombre: “Nosferatu”.
Pero lo que más
resalta en el libro son las alusiones a la muerte.
He aquí uno:
Premonición
Supe siempre que para morir tendría un sueño
premonitorio. Hoy, por más esfuerzo que hago,
no logro despertar de ese sueño.
Pero también
hay textos con guiños a escritores, como este:
Turista
¡Pobre de mí! Llevo como única guía para este
Paris ignoto, la Rayuela de Cortázar.
Y también hay
nanocuentos que son de crítica,
SS
Amaba realmente al hijo que tuvo con la bella
judía. Pero ese día era su deber hacerlos marchar en el tren que los llevó a
Auschwitz.
Y este último:
Compasión
Compadezco sinceramente a los dioses –a todos-,
porque no tienen potestad sobre la maldad humana.
El libro
abunda en más textos breves, de distinta índole; sería una tragedia no leerlas…
o peor aún, sería una mezquindad ignorarlas... en la brevedad de nuestra
existencia.
Felicito al autor por este libro de microficción, que sin lugar a
dudas, lo pone como un referente aquí en Huancayo, y como otro de los pocos
autores de libros de microcuentos en el Perú.
Gracias.
Jack flores
25 de junio de 2019
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