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sábado, 13 de agosto de 2011

EL ABSURDO EN LA NARRATIVA DE RAFAEL MIRANDA


EL ENCANTO DE RITA H. de Rafael Miranda
EL ABSURDO EN LA NARRATIVA DE RAFAEL MIRANDA  

Pocos narradores le han dedicado un libro a una estrella, a una diva, a una inalcanzable de la sociedad. En cambio, si es común que lo hagan poetas y músicos. La cuestión parecería apuntar a que es más pertinente o apropiado el género poético para ese caso, pero quizás sea la costumbre. Muchos narradores prefieren dedicar su libro a la familia, al hijo o a alguien más terrenal: la esposa, la amante o la novia. En el caso del libro de relatos de Rafael Miranda, El encanto de Rita Hayworth, se rompe esa regla: el cuento que da titulo al libro es un canto a esa bella actriz de parte del autor, un canto que viene de su veneración y obsesión inalcanzable pero que mediante su talento literario –y vaya que lo tiene- hacerla alcanzable; “mía”, como afirma el propio narrador. Pero nos equivocaríamos si creyéramos que el libro habla solo de la diva o de las banalidades de ese mundo. No, esta es solo un pretexto. Lo que realmente subraya y une los relatos del libro es el absurdo. El absurdo existencial del hombre de hoy, el absurdo de una sociedad tan absurda como la peruana, envuelta en esta era digital de la globalización. Veamos un ejemplo. El relato: El hombre que caminaba al revés.
 Toto se quedo helado cuando al despertar quiso ponerse los zapatos y vio que sus pies estaban al revés. ¿Un Kafka entre nosotros? Sí, pero un Kafka con raíces propias. Sigamos: Cuando se levantó y caminó, en vez de dirigirse hacia adelante, retrocedió. Entonces todos sus actos comenzaron a hacerse al revés. Y el relato prosigue con el protagonista involucionando física y mentalmente mientras que todos quieren ir al futuro. Vivir en Estados Unidos y Europa. Comer y vestir los productos del siglo de la locura y de los avances increíbles. Al final, el protagonista acaba en los árboles, desapareciendo.  
Otro relato: La silla. El personaje es un empleado que al ingresar a su oficina no encuentra su silla, entonces empieza a preguntar: ¿Dónde diablos está mi silla?, pero nadie le da razón. Se queja con el jefe y este le manda al gerente. Este no ve el problema, entonces recurre al jefe de personal, y por último, al director general, y este, para darle ánimos, le consuela: mire, yo tampoco tengo silla. Realmente un prodigioso relato, un cuestionamiento mordaz, donde la prosa y la perplejidad de los hechos lo van llevando a uno a ese desconcierto existencial…y social. Algo parecido sucede con el relato que da titulo al libro. El encanto de Rita H. Cada vez que la veía en el ecran me parecía que yo estaba allí, metido en el film. Rita Hayworth es aun mi actriz favorita y siempre me fascinó…sin embargo, no imaginé que alguna vez en el futuro ella llegaría a ser mía, sí, así como lo oye, mía. El protagonista termina confundiendo la ficción con la realidad, o haciendo de la ficción su realidad…para su consuelo.
Decía Kafka que una obra literaria debe ser como un hachazo que nos parte la cabeza. Y la obra que nos da Rafael Miranda no sólo nos parte la cabeza, sino que nos ahoga, nos sumerge en la vorágine de la vida moderna, para luego devolvernos a esta realidad y hacernos soportables a sus múltiples pesadillas. Soñemos.

Lima, 5 de agosto de 2011
                                                                                                                                                                                 Jack flores vega