EL
MUNDO MÁGICO DE LOS CUENTOS CON VALORES,
DE
LILIANA GARCÍA QUIÑONEZ
¿Cuentos
infantiles con valores? Sí. ¿No sería una redundancia? Todos los cuentos tienen
valores, todos, y los infantiles con mayor razón. Pero hay tendencias. Unos
ponen el énfasis en la diversión, otros en la enseñanza, en la fantasía, en la
educación, en las travesuras, etc. Se argumenta que los cuentos que ponen
énfasis en la función educativa suelen quedar circunscritos al mundo de la
escuela, y que más allá de esos límites, no llega. A veces sucede así. Pero yo
creo que todo depende de cómo el autor amase su pan, cómo aderece su obra, con
qué ingenio y gracia dote a su texto del poder de persuasión, con qué amor y
real dedicación elabora para llegar a tocar el corazón del lector. “El arte es
un arma de doble filo”, decía el escritor peruano Jorge Díaz Herrera, “puede
ser usado para el bien, como para el mal”. Creo que no le falta razón. A través
de la historia se ha visto cientos de casos. Pero también es cierto que desde
épocas antiguas han perdurado obras que tienen gran valor educativo. Un ejemplo
son las fábulas: Esopo, Iriarte, La
Fontaine, etc., nos han legado hermosos textos que a la vez que nos
entretienen nos enseñan. Y muchas personas adquieren esos textos para apoyarse
en ellas para realizar la función educativa en sus descendientes. Otro ejemplo
son los cuentos ejemplares, como el que escribe Don Juan Manuel en su obra El Conde Lucanor, que busca ser modelo
para que otros aprendan de lo que se cuenta ahí. También está el Panchatrantra, una colección famosa de
fábulas de la India antigua que alecciona con su arte. Y así hay tantos
ejemplos de textos con valores. Bueno, hago este preámbulo antes de entrar a
comentar el libro de la escritora huaralina, Liliana García Quiñonez, El mundo mágico de los cuentos con valores.
Cuentos cuyo afán por enseñar y transmitir valores de amor, solidaridad,
trabajo, honestidad, empatía, etc., están en los diez cuentos que conforman el
libro. Son cuentos ambientados en el campo, en la ciudad, en un reino, en una
isla, en un colegio; cuentos cuyos personajes son diversos: peluches, ovejas,
niños, ancianos, un rey, un poni, unas vacas. De todo se vale la escritora para
enseñar, ese es su fin, sabe que sus lectores son los niños y busca dotarlos de
esos valores tan importantes en nuestro medio social, tan carentes en nuestras
sociedades modernas donde pulula un egoísmo extremo, una competencia rapaz.
“Los escritores modernos están repitiendo lo que otros ya han dicho”, le decían
en tono de queja al escritor portugués José Saramago. “Cierto”, respondía
Saramago, ganador del nobel de literatura, “pero es porque los gobernantes de
ahora están cometiendo los mismos errores que los gobernantes del pasado”. Una
mirada rápida al presente nos hará estar de acuerdo con él. El
mundo mágico de los cuentos con valores busca apostar por los
infantes, enseñarles con entretenimiento, pues ellos heredarán el mundo que les
dejamos.
La muñeca de Anita
es el primer cuento.
“¿Por
qué estas triste, Anita?”
“En
seis días es mi cumpleaños y nadie me ha preguntado que me gustaría tener de
regalo”, fue la respuesta de la niña a su hermano. Este la consoló porque sus
padres apenas tenían dinero para comprar libros. Lo que hace el niño es hacer
una muñeca de paja y regalársela a su hermana. Ella se alegra por la muñeca que
tiene dos botones de camisa como ojos y su cabello de lana de color amarillo.
También llevaba un poncho y una falda. Además de un corazón rojo de tela pegado
en el pecho. “¿Qué significa?”, preguntó Anita, emocionada. “Significa que tu
muñeca tiene mucho amor en su corazón”. Desde ese día, Anita llevaba a todos
lados su muñeca, jugaba y dormía con ella. La llamó Tesoro. Un día, mientras
jugaba cerca al río, quedó impresionada al ver el resplandor de un arco iris,
olvidando a su muñeca sobre una piedra. Al llegar a su casa y buscar a Tesoro
en su canastita, no la encontró y quiso ir a buscarla, pero no pudo regresar
debido a que ya era de noche. Al día siguiente lo hizo, pero no la encontró.
Tesoro había sido hallada por un anciano que tenía una casa de antigüedades. Él
la colocó al lado de dos peluches; un osito y un león. En ese lugar había
ocurrido algo mágico; los peluches tenían vida. “¿Cómo te llamas, muñeca?”, le
preguntó uno de ellos, “Mi nombre es Tesoro”. Y ella empezó a contar su
historia. “Nosotros te ayudaremos a buscar a tu dueña, Anita”, propuso el león.
Y una mañana, muy temprano, salieron los tres amigos
en busca de la niña sin saber que iban a experimentar muchas aventuras.
Después de caminar un largo trecho en la calle, descansaron. Tesoro y Leo lo
hicieron bajo un árbol, mientras que el osito se quedó dormido en los rieles
del tren. Tesoro, al escuchar el ruido del tren y al darse cuenta de la
ausencia de dormilón, alertó a Leo. Ambos corrieron a salvar al osito.
“¡Levántate!”, gritaban logrando así salvar a Dormilón. Y el cuento prosigue
con el osito, cantando y contando su historia. Dormilón nunca pudo olvidar a su
querido amigo, Josesito. Los tres deciden buscar a ese niño. Cuando lo encuentran
se dan cuenta que este ya es un anciano. Había pasado mucho tiempo. Luego fue
el turno del león; él les contó sus vivencias con su amigo Manuelito. Y también
deciden ir a buscarlo. Cuando lo encuentran, este también ya es un hombre y se
ha ido a navegar, pues es marino. Por último, los tres peluches encuentran a
Anita, la compañera de Tesoro. Y ellos buscan la forma de ¿Cómo presentarse
ante la pequeña? Anita, que se encontraba recogiendo flores, se detuvo al ver
una rosa, fue en ese instante que se dio cuenta de que tres peluches estaban en
el suelo, sobre la yerba. Uno de esos peluches era Tesoro. “¡Yo sabía que algún
día te encontraría!”, se dijo. Anita la
cogió y la abrazó fuerte. ¿Qué pasó con los otros dos peluches?
El
final del cuento es para imaginarlo.
Lo
que resalta de este cuento, además de su enseñanza, es su estructura: cuentos
dentro de un cuento. La vieja técnica de las cajas chinas. De una caja, una
historia, de otra, una historia más, y todo va sumando para darle valor al
cuento. Pero, claro, el valor está en el contenido: Historias de amor y
compañerismo; de comprensión, de respeto al otro. ¿No es de eso de lo que
carecen nuestras sociedades de hoy, enfrascadas en agredirse y no dialogar?
Pero
no es el único cuento que resalta en el libro. Están: La niña con el don
especial, El sastre y sus ángeles de la guarda, La sucesora, El príncipe
corazón de hielo, etc. Algunos son de tendencia realista, otros de tendencia y
cualidades fantásticas, pero todas con el afán de enseñar y superar algo. Hay
lecciones que aprender, como en...
El príncipe corazón de hielo
Esta
es la historia de un príncipe que por vivir en la abundancia y en la riqueza no
sabía valorar el trabajo de los demás.
Así
empieza este cuento de hadas que nos va a mostrar a su protagonista, un joven
príncipe que, por abusar de su condición, va ser rebajado y expulsado del
palacio por su padre, el rey, con el fin de que aprenda a gobernar.
“¿Padre,
qué haces?”
Los
guardias le quitaron al príncipe las joyas, la ropa y los zapatos finos que
llevaba puesto y le dieron una ropa sencilla.
Ni
las promesas ni las súplicas de su primogénito hicieron que el rey se
retractara de su decisión.
En
la calle, el príncipe empezó a dar órdenes pensando que le obedecerían pero la
gente se reía, pensaban que estaba loco.
Al
finalizar el día regresó a palacio para que le dejen entrar.
“¡Yo
soy el príncipe, abran la puerta! ¡Padre, padre, ordena que me dejen entrar!”
Pero
los guardias se reían.
Y
así comienza su duro aprendizaje.
Primero
durmió bajo el puente, al lado de un mendigo quien le ofreció un plato de
frijoles y una manta roída. El príncipe lo rechazó.
“Muchacho,
hoy tenemos frejoles, a lo mejor mañana no tenemos nada que comer”. Tuvo que
aceptar.
Segundo,
tuvo que trabajar para comer, cargar canastas y llenarlas de pescado, pues
cuando recurrió a sus amigos, también estos lo negaron y lo echaron de su lado.
Allí,
trabajando, escuchó lo que la gente pensaba del príncipe: era un maltratador,
un ser sin sentimientos.
Tercero,
trabajó para un panadero cargando sacos de harina. En dicho lugar volvió a
escuchar hablar mal del príncipe. “No queremos ni imaginarnos qué será de
nosotros cuando ese muchacho con el corazón de hielo ocupe el trono de su
padre”.
Cuarto,
trabajó como ayudante de lavandería. Con su pago compró comida y la compartió
con su amigo, el mendigo. Este le contó la razón por la que estaba en esa
condición: había sido cocinero del rey y, además, había sido expulsado por el
príncipe a causa de un pequeño error.
El
príncipe, trabajando como ayudante del panadero, logró ingresar a palacio y ver
a su padre que estaba enfermo. En esas circunstancias, logró ser perdonado por
este y asumir sus funciones de gobernante. ¿Cómo lo hizo? Pues, para empezar,
reparando todo el daño que había hecho a la gente que había conocido en la
calle. Después hizo una fiesta, una fiesta a la que están invitados todos los que
lean el libro… Allí podrán leer los otros cuentos escritos por la autora.
Como
decía, la literatura infantil tiene diversas funciones: lúdica, estética,
educativa, social, musical, etc. Pero la función educativa, cuando va con el
gozo y el entrenamiento como lo realiza la escritora Liliana García Quiñonez,
alcanza su magia, la magia de cambiar a las personas, y acercarnos a la
esperanza.
Mil
gracias a ella, y a todos sus lectores.
Jack
Flores Vega
Lima,
26 de diciembre de 2023
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