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lunes, 21 de octubre de 2013

CHICA SEXY: CUENTOS DE WILLIAM DAVID URBANO




Chica Sexy…sí.

Huaral en su hora, relatos.

Prólogo
Desde La Casa de Cartón hasta Chica Sexy: narrativa juvenil
Desde que publicó Martín Adán su libro, La casa de cartón, dejó una huella honda en la naciente historia de la literatura peruana. Era un nuevo modo de narrar. Un modo irreverente y juguetón. Era una nueva radiografía de la época. Un nuevo escenario que traería otros escenarios. La casa de cartón mostraba el mundo de Barranco de los años 20, el mundo de la burguesía veraneante visto a través de una mirada irónica y crítica. Pero no era eso lo que más sorprendía del libro, sino su prosa. Unos quiebres y regates, un malabarismo, una delectación de las palabras: “Mi quinto amor fue una muchacha sucia con quien pequé casi en la noche, casi en el mar. El recuerdo de ella huele como ella olía, a sombra de cinema, a perro mojado, a ropa interior…”, diría el protagonista. Era un vanguardismo de lo decadente, a decir de Luis Alberto Sánchez. Una época en que se asimilaba las corrientes de vanguardia para crear una voz propia, una voz de inconfundible tono literario peruano. Y en eso estaba la prosa de Martín Adán, con su parsimonia en el describir y su acento: el de sacristán, aunque su contenido distaba de ser santurrón. Décadas después aparecería otro libro de similar importancia en la narrativa peruana: Los inocentes, de Oswaldo Reynoso, con la gracia para describir y la belleza de la prosa, pero el acento y el escenario eran distintos: el del irreverente, del anticatólico; y el mundo de  los jóvenes de barriada de una metrópoli limeña, todos tratando de surgir y acomodarse en una variopinta sociedad donde grupos de clase media y pobres vivían casi codeándose. Era el Perú limeño de la década del 60, con desborde popular extendiéndose hasta los conos donde, ahí sí, el escenario era más desgarrador. Pero volvamos a la prosa de Los Inocentes:   “Metió las manos en los bolsillos y fue más hombre que nunca. ‘El semáforo es caramelo de menta; exquisita menta. Ahora, rojo: bola de billar suspendida en el aire.”
Y llegamos a nuestra época, cinco décadas después del libro de Reynoso. Año 2013: tiempos del mundo globalizado, con los conflicto de grandes ciudades tocando a ciudades pequeñas, con la consolidación de clases populares en la economía nacional, y el conflicto juvenil creciente frente a la globalización que pretende homogenizar todo. El escenario, en este caso, es Huaral, con su clase popular emergente, ya no encerrado en un ambiente bucólico campestre, sino en el comercio y la educación. Es un escenario distinto, como también lo es el acento: la de jóvenes post globalización, post guerra interna, la de una creciente frustración, escepticismo, banalización de las relaciones personales, pero con aún hondas pinceladas de compasión y amor. Ese parece ser el caso de Chica Sexy, relatos del joven escritor huaralino William David Urbano.
El libro se compone de cinco relatos, y abre con Reo de Amor. Un cuento que empieza con el protagonista adolescente envuelto en una relación trágica al enamorarse de una muchacha cuyo padrastro es extremadamente celoso y posesivo, un matón con actitudes delincuenciales. Pero, a pesar de lo trágico de la historia, lo que resalta en el relato es el amor de los adolescentes, un amor a prueba de balas, un amor que lo enfrenta todo…que lo sacrifica todo…hasta la muerte.
El siguiente relato Chica de la moto está escrito en diferentes puntos de vista, con un andamiaje sencillo, pero efectivo, y una prosa que seduce y se engarza con los otros dos libros mencionados: “la garúa pega suave. Sus cabellos bailotean con el viento. Llevan la silueta de afrodita. Musa de mis garabatos poéticos: todas.”
El protagonista, adolescente también, busca a su chica e intenta obtener la anhelada satisfacción sexual, pero ella se niega: “piensas que soy una regalona, como las de las motos”, alega. Y es que ella, la adolescente, se considera una chica sexy, y no como aquellas  adolescentes que se suben a las motos, es decir, las “peladas.” El final tiene una escena tragicómica, que muestra el desamparo del adolescente.
En el tercer relato nos volvemos a encontrar con la chica de la moto como protagonista, pero con el orgullo que ahora se define Chica Sexy: “¿Cómo te va en tu vida de chica sexy?... ¡Bien!, se podría decir que bien… ¡Ya toda una mujer!...  Bueno, sí, ¿y…?”. Así principia este relato que, al igual que el anterior denota un manejo virtuoso de la prosa, con sus regates y requiebros, y elegancia. Además del buen manejo del monólogo interior.
Aquí tenemos a una chica adolescente de colegio tratando de seducir a su profesor… con el fin de demostrar que ella es sexy. Aun cuando al final de la historia enfrentará una decepción: “Una chica llora, gime, se maldice. Una chica cualquiera, pero una como yo, no. Una chica…sexy.” 
Y terminamos con los relatos Limosna y Suspiros de luna. Dos relatos trágicos también, pero donde la tragedia está matizada con el amor materno y el sacrificio del amor que, como nota resaltante brota del corazón del narrador.
Sin lugar a dudas, una generosa entrega, una perfecta conjugación de relatos donde la prosa, el juego, belleza, la tragedia y la gracia de los relatos están presentes… y por supuesto, el espíritu joven que emana de estos.  
Contaba Oswaldo Reynoso que una vez le pidió su opinión a Martín Adán sobre sus textos, y este, si no recuerdo mal, le respondió así: “Usted va a ser desgraciado. No sabe lo que ha escrito.” Similar elogio le podría endilgar ahora a William David Urbano, como halago a su faceta de narrador: vas a ser desgraciado, muy desgraciado… para bien de la literatura.
Felicitaciones.

Jack flores vega

  

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