Relatos de un escritor de Chile
KILTROS, DE JAVIER MILANCA
Nunca había escuchado la palabra Kiltros,
ni tenía idea de lo que podía significar. Pero al leer este libro de 16
relatos, del escritor de la vecina República de Chile, Javier Milancas, no solo
he asimilado el significado de esta palabra, sino también todo lo que esta
engloba en relación con los personajes y temática del libro. Kiltros, en el idioma mapuche, o
mapudungun significa, “perro”, pero no cualquier perro, sino el perro mestizo,
-el chusco, como decimos en Perú-; también se refiere al perro callejero, de
ascendencia desconocida, sin abolengo, para decirlo de un modo social. Y aquí es a donde quiero llegar.
Kiltros es un libro cuyos personajes están
marginados, rezagados, olvidados, y que
la pericia del autor rescata para darles vida en unos relatos que bien nos
lleva a una reflexión, a la risa y al gozo. Están muy bien narrados, sin alarde
de experimentalismos, su estilo –a decir del prologuista, un realismo chungo (malo);
lejos del Mcondo o el Crack mexicano-, está salpicado de frases jocosas,
novedosas, algo tremebundistas, pero que funcionan en el propósito que ha
querido darles el escritor: mostrar el mundo de estos desadaptados y marginados
de la modernidad, sin apenarse por ello; un mundo mucho más cruel que el que
retrato nuestro notable escritor peruano Julio Ramón Ribeyro respecto a la
sociedad peruana. La diferencia es que estos son relatos post globalización, de
la sociedad chilena, pero que bien podría servir para cualquier otra
sociedad…latinoamericana.
Relatos cortos, largos, de dos páginas, o más, pero que llevan la
originalidad de su autor. Son, como lo dice el prologuista, una suerte de crónicas fragmentadas
amargosas y picantes, sobre la espiral de la violencia, el alcohol, la miseria,
la soledad, los mata gatos callejeros, el odio racial al inmigrante, la
pobreza, la discordia y los prejuicios. Todo eso, amenguado por el humor
del autor, que nos divierte y nos saca de la modernidad para meternos a vuelo
rápido en este mundo cruel, de realismo chungo chileno que viene a ser, la otra
cara de la medalla de la globalización actual. ¿No suena esta frase conocida?
Bueno, aquí lo mostramos:
“La Amelia Mariman era fértil como conejos. Tenía diez hijos
seguiditos y en hilera como una melga de papas. Aun no enterraba los 25 años y
ya parecía de cincuenta. Es que los partos le habían agrietado el rostro, como
la tierra seca de tanto dar y dar; le habían enchuecado la espalda, como el
tronco de los manzanos demasiados cargados y le habían poblado las piernas
flacuchentas con nudosas várices violetas.
-¡Me agarran una teta y quedo embarazada!”
La frase, por supuesto, es de la Amelia.
En otro relato leemos:
“Era muy blanca, de pelo negro y largo como esas hermanas evangélicas
que cantan en las esquinas de las casas y que miran con la misma solapada
coquetería a la biblia y a los hombres.”
En otro relato:
“Al Mansillita, hombre con una voluntad de oro, le intimidaba hasta el
placer la Filomena, feroz secretaria olorosita y de uñas largas, con aires de
modelo de la tele que sabe de plantas y de cortinas. Le mortificaban hasta el
amor, sus tacos asesinos que le contorneaban unos tobillos finos, como de
mentiras.”
Y una cortita, para deleite nuestro:
“Llegó dando pasos lentos como de tortuga oxidada.”
Y basta. Si queremos leer más tendremos que asomarnos a este libro
que, como un puente entre ambos países, llega ahora también a lectores
peruanos. La literatura nos une. Vale.
Lima, 27 de
diciembre de 2012
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