El cabaret verde. Cuentos.
JUEGO Y DRAMA EXISTENCIAL EN EL
CABARET VERDE, DE JOHNNY BARBIERI
Hay libros que al terminar la lectura nos recuerdan otros libros, nos
llevan de regreso a otros libros, historias que nos recuerdan otras historias, cuentos
que nos llevan a evocar otros cuentos. No es casual que sea así, la literatura
se alimenta de la literatura del pasado. Es como un tren del que uno va
jalando. Cada autor agrega algo y jala el coche de la buena literatura. Para el
caso de “El Cabaret verde”, libro de relatos de Johnny Barbieri, sucede lo
mismo; la lectura de los ocho cuentos que conforman el libro me ha llevado a
evocar otros cuentos, otros autores, y a buscar en la memoria otros libros que
se le asemejen en su conjunto, pero no lo he logrado a cabalidad; a lo mucho,
he podido evocar otro cuento o autor que tiene en su trama características parecidas,
como es el caso del escritor peruano mexicano Mario Bellatín, y su historia que
también gira en torno a peces de un acuario; solo que en el cuento El cabaret
verde sorprende más por el conocimiento de peces que tiene el autor y por los
personajes marginales (un acuarista tartamudo y una prostituta), sumergidos en
una atmosfera de desesperación y obsesión que desembocan en una tragedia:
“…entonces vio a Elisa tirada sobre el suelo, muerta, se acercó, quiso
tomarla en sus brazos pero no lo dejaron,
………………..
La riccia flotante bajo la luz alógena cobijaba a los guppys, mientras
los platys nadaban libres en ese pequeño mundo submarino donde ahora, Horacio,
estaba sumergido por completo y de donde no saldría jamás.”
Pero no es el único cuento del libro que hace evocar a otro autor; hay
también otro cuento que evoca otro cuento de otro autor famoso, como es el caso
de Edgar Allan Poe, y su cuento policial. “Ojos Rojos”, texto de El cabaret
verde, es un relato que tiene un principio policial, con un agente que se
acerca a la escena del crimen: una anciana muerta, con la piel rasgada y
cabellos salidos, y otros horrores, y es aquí donde el agente policial va a
tratar de desentrañar el crimen. ¿No evoca acaso a ese cuento de Allan Poe, el
crimen de lord Arthur Saville, donde gracias a deducciones e inducciones se
llega a esclarecer el crimen? Bien, aquí es al principio casi lo mismo, solo
que al avanzar el relato nos damos cuenta que no es así, y que el relato, de
principio policial cambia a uno de horror, un horror que espanta y perturba, la
prosa que va contando este hecho se torna hipnótica, paraliza a quien lo lee, y
asusta. Es, a no dudar, un gran cuento. Difícilmente un lector de este relato
se va a olvidar de este horror, y creo que va a vivir con ello hasta el fin de
sus días.
Y así podríamos seguir con otros cuentos del libro, como el de “Coloretes”,
de personajes homosexuales. Es decir, hay distintas variantes en este conjunto
de historias de Johnny Barbieri, que difícilmente se le podría encasillar en
un estilo o tendencia. Su temática, si bien critica, realista, corrosiva, no lo
es de denuncia; el autor más se preocupa de mostrar, dibujar bien a sus
criaturas e impactarnos con sus acciones y deleitarnos con su bien elaborada
prosa.
Pero decía que hay otros relatos que evocan, y claro, está el cuento
del homosexual pintor que comparte cuarto con un pintor que se enamora de una
mujer recién llegada de provincias, buscando abrirse camino. Y al optar ella
por un sucio oficio, abandona el cuarto. Y el pintor va tras ella, solo para
constatar que ella ya ha perdido todo, hasta el mínimo respeto, sin ningún
atisbo de amor al pintor, quien decepcionado, se mata. Esto es lo que rememora
su pareja que habla de él. Pero aquí, lo que resalta más es la prosa, tan bien
llevada, con juegos y frases que recuerdan al Rayuela, de Cortázar. Que tal
deleite.
“No hacia falta más cerrar las cortinas u ocultarse tras esas falsas mascaretas
de polvo blanco con que nos cubríamos el rostro. Pensé que era mejor abrir un
agujero en el paño rosa para que todo el mundo nos viera tal como éramos:
libres, sin prejuicios, más transparentes que nunca. Alcé la vista y lo miré
fijamente a los ojos; no pude decir nada esta vez, me intimidaban sus ojos,
esos grandes ojos oscuros, siempre lejanos.”
Reafirmo entonces, los relatos no son críticos, no buscan moralizar ni
hacer hincapié en la pobreza ni la injusticia, solo muestran; el autor solo se
preocupa de hacérnosla palpable…a través de la estetizante y adictiva prosa que
maneja.
Felicito a su autor por este maravilloso libro de
cuentos que contribuye a seguir jalando del coche de la buena literatura…y por deleitarnos con
la buena prosa que maneja.
Gracias.
Jack flores
vega
Lima 11 de
junio de 2018
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