Chica Sexy…sí.
Huaral en su hora, relatos.
Prólogo
Desde La Casa de Cartón hasta
Chica Sexy: narrativa juvenil
Desde
que publicó Martín Adán su libro, La casa de cartón, dejó una huella honda en
la naciente historia de la literatura peruana. Era un nuevo modo de narrar. Un
modo irreverente y juguetón. Era una nueva radiografía de la época. Un nuevo
escenario que traería otros escenarios. La casa de cartón mostraba el mundo de
Barranco de los años 20, el mundo de la burguesía veraneante visto a través de
una mirada irónica y crítica. Pero no era eso lo que más sorprendía del libro,
sino su prosa. Unos quiebres y regates, un malabarismo, una delectación de las
palabras: “Mi quinto amor fue una muchacha sucia con quien pequé casi en la
noche, casi en el mar. El recuerdo de ella huele como ella olía, a sombra de
cinema, a perro mojado, a ropa interior…”, diría el protagonista. Era un
vanguardismo de lo decadente, a decir de Luis Alberto Sánchez. Una época en que
se asimilaba las corrientes de vanguardia para crear una voz propia, una voz de
inconfundible tono literario peruano. Y en eso estaba la prosa de Martín Adán,
con su parsimonia en el describir y su acento: el de sacristán, aunque su
contenido distaba de ser santurrón. Décadas después aparecería otro libro de
similar importancia en la narrativa peruana: Los inocentes, de Oswaldo Reynoso,
con la gracia para describir y la belleza de la prosa, pero el acento y el
escenario eran distintos: el del irreverente, del anticatólico; y el mundo de los jóvenes de barriada de una metrópoli
limeña, todos tratando de surgir y acomodarse en una variopinta sociedad donde
grupos de clase media y pobres vivían casi codeándose. Era el Perú limeño de la
década del 60, con desborde popular extendiéndose hasta los conos donde, ahí
sí, el escenario era más desgarrador. Pero volvamos a la prosa de Los
Inocentes: “Metió las manos en los bolsillos y fue más
hombre que nunca. ‘El semáforo es caramelo de menta; exquisita menta. Ahora,
rojo: bola de billar suspendida en el aire.”
Y
llegamos a nuestra época, cinco décadas después del libro de Reynoso. Año 2013:
tiempos del mundo globalizado, con los conflicto de grandes ciudades tocando a
ciudades pequeñas, con la consolidación de clases populares en la economía
nacional, y el conflicto juvenil creciente frente a la globalización que
pretende homogenizar todo. El escenario, en este caso, es Huaral, con su clase
popular emergente, ya no encerrado en un ambiente bucólico campestre, sino en
el comercio y la educación. Es un escenario distinto, como también lo es el
acento: la de jóvenes post globalización, post guerra interna, la de una
creciente frustración, escepticismo, banalización de las relaciones personales,
pero con aún hondas pinceladas de compasión y amor. Ese parece ser el caso de
Chica Sexy, relatos del joven escritor huaralino William David Urbano.
El
libro se compone de cinco relatos, y abre con Reo de Amor. Un cuento que
empieza con el protagonista adolescente envuelto en una relación trágica al
enamorarse de una muchacha cuyo padrastro es extremadamente celoso y posesivo,
un matón con actitudes delincuenciales. Pero, a pesar de lo trágico de la
historia, lo que resalta en el relato es el amor de los adolescentes, un amor a
prueba de balas, un amor que lo enfrenta todo…que lo sacrifica todo…hasta la
muerte.
El
siguiente relato Chica de la moto está escrito en diferentes puntos de vista,
con un andamiaje sencillo, pero efectivo, y una prosa que seduce y se engarza
con los otros dos libros mencionados: “la garúa pega suave. Sus cabellos
bailotean con el viento. Llevan la silueta de afrodita. Musa de mis garabatos
poéticos: todas.”
El
protagonista, adolescente también, busca a su chica e intenta obtener la
anhelada satisfacción sexual, pero ella se niega: “piensas que soy una
regalona, como las de las motos”, alega. Y es que ella, la adolescente, se
considera una chica sexy, y no como aquellas
adolescentes que se suben a las motos, es decir, las “peladas.” El final
tiene una escena tragicómica, que muestra el desamparo del adolescente.
En
el tercer relato nos volvemos a encontrar con la chica de la moto como
protagonista, pero con el orgullo que ahora se define Chica Sexy: “¿Cómo te va
en tu vida de chica sexy?... ¡Bien!, se podría decir que bien… ¡Ya toda una
mujer!... Bueno, sí, ¿y…?”. Así
principia este relato que, al igual que el anterior denota un manejo virtuoso
de la prosa, con sus regates y requiebros, y elegancia. Además del buen manejo
del monólogo interior.
Aquí
tenemos a una chica adolescente de colegio tratando de seducir a su profesor…
con el fin de demostrar que ella es sexy. Aun cuando al final de la historia
enfrentará una decepción: “Una chica llora, gime, se maldice. Una chica
cualquiera, pero una como yo, no. Una chica…sexy.”
Y
terminamos con los relatos Limosna y Suspiros de luna. Dos relatos trágicos
también, pero donde la tragedia está matizada con el amor materno y el
sacrificio del amor que, como nota resaltante brota del corazón del narrador.
Sin
lugar a dudas, una generosa entrega, una perfecta conjugación de relatos donde
la prosa, el juego, belleza, la tragedia y la gracia de los relatos están
presentes… y por supuesto, el espíritu joven que emana de estos.
Contaba
Oswaldo Reynoso que una vez le pidió su opinión a Martín Adán sobre sus textos,
y este, si no recuerdo mal, le respondió así: “Usted va a ser desgraciado. No
sabe lo que ha escrito.” Similar elogio le podría endilgar ahora a William
David Urbano, como halago a su faceta de narrador: vas a ser desgraciado, muy
desgraciado… para bien de la literatura.
Felicitaciones.
Jack
flores vega