El desamor, las botellas
y los hombres en la novela Pecado, de Ken Sánchez
Hay novelas que nos sorprende, novelas
que nos sacan de nuestras casillas y nos llenan de interrogantes. Novelas que
sorprenden por su estructura, su lenguaje, su ambición. Novelas que marcan un
antes y un después, que abren nuevos horizontes. Pero también hay novelas que
sorprenden porque se apartan de la corriente, del canon literario predominante
en un país. Para el caso que nos toca ahora, la novela Pecado, de Ken Sanchez es
algo insular en la narrativa peruana. Y no solo la novela, creo que hasta su
autor es insular. Ken sanchez ha venido desarrollando una narrativa bastante
apartada de lo predominante en el país. Si bien su primera novela es de corte
hiperrealista, allegada al realismo, es esta exageración del realismo lo que la hace singular.
Hay que recordar que el realismo buscaba analizar, cuestionar la
sociedad, denunciar los males. Pero no es esto lo que vemos en la narrativa de
Ken Sanchez. ¿Estaría más cerca de la corriente Naturalista? El Naturalismo deriva
del realismo, lo exagera, y busca explicar los comportamientos del ser humano,
describir el entorno social y derivar las leyes que rigen la conducta humana. Para
esto el naturalismo describía ambientes sórdidos, situaciones de pobreza y
marginación. Aquí sí hay coincidencias con las historias y los personajes de
Ken Sanchez, pero tampoco se puede adscribir su obra a la corriente naturalista.
Él no busca cuestionar, descubrir leyes, denunciar, arremeter contra el poder,
no. Solo busca mostrar. Crear su mundo paralelo donde el amor y el desamor, y
la bebida, por supuesto, son desencadenantes de una variedad y complejidad de
tragedias que él, solo busca mostrar. Solo busca contar bien una historia.
El escritor español Antonio Azorín decía sobre la novela: “Escribe
prosa el literato, prosa correcta, prosa castiza, y no vale nada esa prosa sin
las especies de la gracia, la intención feliz, la ironía, el desdén, el
sarcasmo.”
Y tiene razón Azorín. La prosa, la historia no vale nada sin estos elementos que le dotan
de poder de persuasión, de verosimilitud. Y muchos de estos elementos están
presentes en la novela de Ken Sanchez, Pecado. Veamos uno de estos elementos.
La historia empieza con el protagonista Juan, que estudia con Julia, y
ambos al hacerse adolescentes se vuelven pareja. Esto ocasiona la ira del padre
de Julia quien los separa. El protagonista, incapaz de soportarlo, se hunde en
la bebida, y para sobrevivir se vuelve reciclador. Y entra en ese submundo donde
conoce a Elisa, cuya historia termina trágicamente. Luego conoce a Elizabeth,
quien lo llevará a otro destino trágico. Pero antes de este hecho se
reencuentra con Julia, quien ya adulta, vive alejada de sus padres y en una
situación terrible. La historia se intercala con Julia y Elizabeth. Y es aquí
que la trama, aparentemente simple, tiene distintos enfoques para mostrar;
empezando por la madre del protagonista que es la que empieza la historia:
-¡Te dije que te iban a matar!
La frase de la madre salió con dureza de su garganta al
ver el cadáver de su hijo tendido en la cama del hotel donde tantas noches él
había albergado sus pasiones.
Y luego cambia el punto de
vista. Ya es el protagonista el que cuenta:
Hacía memoria. Su alma atormentada empezó por recordar
desde el día en que recibió la carta de Julia, carta que fue para él como una
puñalada que lo condenó a mil desavenencias.
Y el relato prosigue con ese
punto de vista del protagonista y no se percibe en qué momento cambia a un
narrador omnisciente:
Sin importarles nada e ignorando el cansancio, la sed, el
sueño, el hambre; sin rendirse ante esas desavenencias, juntaron sus alas en un
sueño donde sembraron mil ilusiones en aquel barrio donde se les vio crecer.
Hasta que la noticia llegó a oídos de su padre.
Y no solo cambios en el punto
de vista del narrador tiene la novela, sino también mudas en el tiempo y en el
espacio.
De narrar la historia en un tiempo presente, pasa a un tiempo pasado.
Y viceversa, juega, cambia. De estar en Huarás, donde empieza la historia, pasa
a Los Olivos, el centro de Lima, y así, cambia.
Y también tiene cajas chinas; las técnicas narrativas antiquísimas.
El protagonista conoce a otra mujer y esta mujer cuenta su desgracia.
Cada personaje importante que aparece en la novela tiene su historia. Lo cuenta
el narrador omnisciente que lo sabe todo, y lo cuenta el protagonista por su
propia boca. Se intercalan las historias, lo cual nos da una riqueza del
conocimiento de la historia.
Además de eso la novela tiene incrustaciones de poemas:
“Hundido en su
tristeza seguía asistiendo a clases cada día más taciturno, misterioso y más
solitario, enredado en su mundo.
Desde
mis ojos
canta la alborada
llamando con mis oídos
a la tristeza,
unos sentados
a tomar una taza
de silencio
caminando
el río
que llora
en mis labios.
¿Quién escribe el poema? ¿El protagonista? No parece, más parece que
lo escribe el narrador de la historia.
Bueno, pero no solo hay poemas, también hay una carta, una carta de
desamor:
Julia, la primera amada del protagonista, alejada de él, por presión
de su padre, después de tiempo, le escribe:
¡Hola
mi amor!
A esta hora ya estarás dormido, son
tres de la mañana, me encuentro envuelta bajo el silencio de mi alcoba repasando
mis pensamientos que no me dejan dormir; me echo queriendo soñar, pero apareces
tú invadiendo todo mi ambiente.
Decido escribirte quizá la última carta
que haga para nunca jamás olvidarme, ni siquiera la muerte podrá matar éste
cariño que tengo.
Tú ni te imaginas lo mucho que me
cuesta escribir, estás en el sueño más profundo de mi ser; no sé qué estarás
haciendo, tal vez durmiendo como un bebé recién nacido, mientras que yo no he
pegado ni una sola pestaña.
Esta es la manera que tiene de
narrar Ken Sánchez, que ha desarrollado Ken Sánchez; es su estilo personal,
original, reconozcámoslo, y aplaudámoslo.
La novela, pues, empieza con la madre, y termina también con la madre,
quien ha leído la notica del periódico y ha acudido al hotel. Aquí también Hay
una incrustación: la noticia de un periódico.
Otro elemento del estilo de narrar del autor.
Esta es, a mi entender, la mejor novela de Ken Sánchez. Por estructura
y por recursos. ¿Y la temática? La temática viene con el amor, pues, y con el
desamor. No hay que olvidar que en la narrativa hay tres grandes temas para
tocar: el amor, la vida y la muerte. Ken Sánchez, acertadamente, ha tocado el
amor.
Le comentaba a un amigo que sería un pecado no valorar esta novela, no
leerla; y sería un pecado mayor no acompañar a Ken Sanchez en la formación de
su talento, en la construcción de su talento, en la construcción de su mundo
literario, mundo al que él nos invita, al que él quiere que nos fijemos; tal vez así comprobemos
que aun en los seres marginales, en sus desgracias, en su laberinto de pasiones
y miserias avistemos también llamaradas de amor, de sacrificio.
Gracias, Ken, por la excelente novela.
Jack flores vega
Lima, 26 de septiembre de 2018