Poesía quechua
LLANTO Y ESPERANZA EN NINATA RAWRARICHISUN, DE NORA ALARCON
No es sencillo comentar un texto escrito en quechua, menos aun
comentar poesía quechua. Pero tampoco es posible resistirse y no sentirse
enternecido por el sentimiento que emana de esta poesía ancestral, telúrica. Nora Alarcón
ha escrito poesía en quechua, idioma autóctono de los habitantes del ande, y se
ha sumado a la persistente corriente del puñado de artistas que escribieron y
escriben en este idioma. Es su resistencia, su lucha por el rescate de la gran
nación quechua, y por su identidad; lucha tantas veces pregonada y tantas
veces llamada a su recuperación, pero casi siempre en la misma condición: la
del olvido. Y es ahí cuanto la poeta
Nora Alarcón eleva su voz:
Cuánto sufrimiento nos trajo
El habernos vuelto parias de pronto,
Quienes nos escuchan por favor oigan
nuestros quejidos
Aun cuando el ventarrón nos torne mudos.
Por tanto tiempo permanecimos callados a la
mirada de
todos los
pueblos.
Y su voz, mezcla de llanto y júbilo, de amor y dolor, de ternura y
hondo lirismo se deja oír, aun cuando
nos cueste entender este idioma que lleva siglos de vitalidad, y que se niega a
quedar postergado, a pesar de la globalización y de tantas corrientes
extranjeras que no han podido anularla:
Manawañukuqmi kani
Yaninmi musquyniypi weqochuyki hina
Pampapi uchkupuyki chayllapi
puñuykachinaypaq
Manaraq wiñaypaq ripuchkaptikim
Uyaykita kaq qawapayani,
Hina kaqllam rikchakun
Paqarimuchkaq qantu wayta niraq.
(Soy aquel que no muere
A veces en mis sueños cual tu panteonero
Cavo tu tumba para ponerte a dormir en ella.
Cuando aun no has partido para la eternidad
Vuelvo a acariciar tu rostro con mi mirada
Tiene el mismo aspecto
De la naciente flor de cantuta.)
Hay ternura y esperanza en esta poesía de Nora Alarcón, que no se
queda solo en la queja, sino que abarca la contemplación, la descripción, el
verso libre, la prosa. Y revoloteando en torno a los versos, está el espíritu de la poeta.
El tiempo ha endurecido nuestras almas,
Sobre este cerro podemos ver la quinua
tornarse de mil
colores.
Tal vez la jovial chicha ablande nuestros
corazones,
Del mismo modo la tierra madure el vientre
de los que
en ella viven,
Que haga que florezcan en un gran
nacimiento.
Con este fresco aliento de las lluvias ha
retornado la primavera,
Mi coca quinto ten la bondad de contarle a
esta ciega,
si mi querida madre volverá
Para la fiesta de la Virgen de Cocharcas
Poesía andina, poesía quechua, poesía de fiesta. Siendo los andes la
piedra angular sobre la que se asienta la estructura de nuestro país, ¿por qué
no la hemos revalorado? Habiendo las costumbres andinas copado casi todo el
territorio, ¿por qué no la hemos enaltecido manteniendo su lengua? Hoy la vemos
palidecer, temblequear, sirviendo casi de adorno para el sistema educativo. Y
la bendita identidad, ¿no tiene su crisis en esta negación del idioma
autóctono?
Repito, no es fácil comentar poesía en quechua, aunque el legado que
dejaron poetas antecesores nuestros, como el amauta José María Arguedas, o el
poeta Killku Waraka, o el recién fallecido Efraín Miranda sea una prueba de
que seguirán persistiendo.
Soy el canto floreciendo
En el corazón de una guitarra,
Alguien que canta contra la muerte de un
idioma.
Fui semilla quechua plantada en la tierra,
Libremente junto al arroyo del deshielo,
En un campo de colores
Solía correr noche tras noche
Persiguiendo luciérnagas.
Nora Alarcón,
al igual que los poetas quechuas que la precedieron, parece decirnos, con orgullo: todavía somos, todavía
existimos, seguimos siendo.
Y no la podemos contradecir, sobretodo al leer esta poesía de su libro Ninata Rawrarichisun; un buen texto, sin lugar a dudas.
Lima, 20 de
noviembre de 2015
Jack flores
vega