Libro de cuentos
AMOR, DESAMOR Y VIOLENCIA EN LOS CUENTOS DE SOMBRAS EN EL TIEMPO, DE JAVIER CABALLA
El cuento, desde mediados del siglo XX ha devenido en un género
autónomo, de arte mayor, liberándose de la supremacía de la novela que lo
copaba todo. Así, han aparecido grandes cuentistas, maestros indiscutibles del
arte narrativo quienes, incluso, han escrito sus famosos decálogos, consejos
sobre el arte de escribir cuentos. Así tenemos, en Latinoamérica, a los
uruguayos Horacio Quiroga y Juan Carlos Onetti, cuyos decálogos son por todos harto
conocidos. En el Perú, también tenemos a uno que escribió su decálogo: Julio
Ramón Ribeyro, nuestro gran escritor del género, cuya tercera norma de su
decálogo reza así: “el cuento debe ser de preferencia breve, de modo que pueda
leerse de un tirón.” Otra más, la sexta: “el cuento debe mostrar, no enseñar,
de otro modo sería una moraleja.” Pero, ¿qué significa que el cuento sea de
preferencia breve, es que acaso los cuentos largos no se pueden leer de un
tirón? No, nada de eso, también se
pueden leer de un tirón; eso ya se debe a la pericia del autor. Hago este comentario
porque el libro que se presenta ahora, Sombras
en el tiempo, consta de 5 cuentos, de los cuales, el cuento que da título
al libro es el más largo del texto; aproximadamente 31 páginas; y desde el
principio hasta el final se puede leer de un tirón, como manda el decálogo:
Lugar
saturado…
Memoria
agobiada…
Muerta
la noche…
Nada me importa porque los ataques se
acrecientan. No me dejan tranquilo. Más aun cuando veo a alguien que está hecha
toda una mujer y parece una reina que deslumbra glamour y belleza. “¡¿pero será
quien pienso?!” porque estoy lejos, en el último piso del salón de recepciones
Palace Royal. Es la fiesta de graduación de Rosmery, una íntima amiga. He
subido aquí porque deseo apartarme de la fiesta y del ensordecedor ambiente que
se percibe. Justo cuando lo he conseguido, quedo prendido por esa encantadora
chica que está entre un mar de señoritas. Algo me dice que es ella. La misma
que años atrás, un día inolvidable, se fue lejos para no volver, dejándome el
corazón destrozado.
Y con esa cadencia, con ese principio, con esa prosa degustable, el
narrador nos va metiendo en la trama del cuento; el personaje narrador que se
ve envuelto en un conflicto al desconfiar de su pareja, quien termina
abandonándolo; y justo cuando él está buscando olvidarla, ella regresa,
haciéndolo rememorar:
Así, con estas remembranzas del pasado, voy
recordando en lo más profundo de mi memoria el día que conocí a Sofi. ¿Cómo
olvidar ese maravilloso día cuando escribimos estupendos capítulos de nuestras
vidas teniendo a la playa como único escenario de nuestros sueños adolescentes?
Lugar fastuoso donde nos vimos involucrados con el fenomenal horizonte azulado
del mar. Ese maravilloso mar que nos dibujó de manera asombrosa lo bellísimo
que es la vida. Ahí, situados en ese paraje de sueños y fantasías grabamos
nuestra historia de amor, cubiertos bajo la lluvia dorada del sol que fulguraba
todas las mañanas sobre la arena infinita del litoral.
Pero no solo hay buena prosa en el texto, también hay el buen manejo de
los diálogos; estos son naturales, dinámicos, empapados de contradicción. Y
también hay el manejo de la tensión; crece y decrece, manteniendo la curiosidad
del lector. Y por último, remata su cuento revelando al final el dato escondido.
Buen cuento de Javier Cabala, de lejos su mejor cuento. Pero hay otra norma del
decálogo que mencionaba; la del cuento que muestra y no demuestra. Y eso es lo
que hace su autor, no busca demostrar algo, sino mostrar los destinos de sus
personajes, por muy crueles que sean. De hecho, intentar demostrar algo, ya es redundante,
la literatura, la historia por sí misma va a demostrar algo. Dejemos que sea el
lector quien lo aprecie. Aquí una corta muestra de su cuento Entre cruces y
cuchillos, un cuento empapado de violencia, donde dos hombres, integrantes de
pandillas rivales se enfrentan a navajazos, sin ningún ápice de compasión o
tregua. El resultado es la muerte de más de uno.
-¿Y
dónde está Yaco?, si se puede saber –señalé.
-No
lo sé, solo me encargó que les pasé el dato –agregó Malvin.
-¿Y
dónde es el duelo?
-En
el matadero, atrás del malecón, en la playa.
-¿Y
cómo se armó la bronca? –pregunto el chino Lee.
Y
Malvin contó:
El narrador otra vez hace un salto en el tiempo, y rememora los hechos
del pasado, el puerto de Pisco y el momento en que ambos rivales se retaron. No
hay compasión, repito, y el autor nos hace vivir un momento violento, de
terrible final que es lo que prevalece en esta historia.
Hay otros cuentos más, de desamor y soledad, y uno de tragicomedia:
Los gorreros, típica escena obtenida de la costumbre social de nuestro país, y
que el autor ha sabido recrear. Decía el gran escritor francés Maupassant que
un escritor debe ser un buen observador, y aquí, con este cuento cuasi
costumbrista Javier Cabala demuestra serlo. Mis felicitaciones para él y para
la literatura de Huaral, que, al igual que otros narradores del interior del
país, van dibujando el nuevo mapa literario del Perú.
Optimismo
por eso.
Lima, 12 de
junio de 2015
Jack flores
vega