Cuentos de la Selva
LA VIEJITA QUE HACIA TEMBLAR A LA
LLUVIA, DE JUAN RODRIGUEZ PEREZ
Leer
literatura de la Selva es una delicia. Para la gran mayoría de peruanos, la
selva representa ese paraíso mítico del que uno ha sido fatalmente expulsado o impedido
de entrar, un mundo al que uno quisiera ingresar para no volver a salir nunca.
Y es que hablar de la selva del Perú, de la inmensa selva que abarca gran parte
del territorio del país, es hablar de un mundo misterioso, placentero, escuchado
solo de oídas y transmitido de boca en boca; un mundo donde la tradición del
relato oral se mantiene vigente y cobra más fuerza con la imaginación personal
que cada transmisor le va agregando. Un mundo que muestra el colorido de su
ambiente, la gracia y el amor de su gente…y sus conflictos, también; conflictos
de relaciones familiares, de dolor, muerte, amor, misterio y hasta de situaciones
sencillas como las disputas intrascendentes de muchachos. La excelente prosa de Juan Rodríguez
Pérez lo toca todo, y todo lo transforma en maravilla. No hay en él una pretensión
de experimentar ni alardear con estructuras o puntos de vista, no. Su grandeza
es distinta: lo mágico, misterioso y simple lo convierte en gran arte narrativo
y nos lleva a experimentar ese gozo que por algunos instantes nos permite
viajar y alejarnos de lo cotidiano. Claro, su mundo no está poblado de
chullachaquis, de runamulas, bufeos colorados, o cualquier otro ser misterioso
propio de la literatura de la selva y que algunos narradores o recolectores de
leyendas cultivan con poco o buen éxito, no. El de él es de la vida cotidiana,
de asuntos de la vida común, que, aunque a veces parezcan extraños, son comunes
en ese mundo…y en el nuestro también. Una muestra:
A
doña Francisca se le vinieron los años encima. Había cumplido setenta, de los
cuales 50 los pasó entre la chacra y los cuidados de sus hijos. Poco a poco vio
morir a la gente de su entorno, a sus amigos de generación; y se dio cuenta que
iba quedándose sola en un pueblo que, para ella, había perdido su encanto desde
que se aparecieron unos jóvenes extraños armados hasta los dientes, buscando
refugio montañas adentro, huyendo de los militares que los perseguían día y
noche, sin tener en consideración a la población que no sabía en qué lado
colocarse.
Su arte narrativo despliega toda la sencillez
para contarnos un drama social e individual: la de una mujer que había visto
desaparecer a su esposo y luego a sus hijos, y que en su casa, balbuceando y
delirando, solo espera y llama a la muerte.
A
pesar que en el pueblo se había dejado la tristeza y el miedo y los militares
dejaran de aparecerse, ella notó que la tristeza y soledad empezaban a buscar
un espacio en sus huesos y en cada uno de sus poros. Prefería quedarse en casa,
cantando canciones tristes, llorando cuando el perro se acercaba a lamerle los
pies.
Al final, la
mujer encuentra la muerte, pero no del modo como ella lo deseaba. Un relato
impresionante, propio de un notable narrador. Juan Rodríguez Pérez es el narrador
de la selva, uno de sus mejores cultores. Su libro La viejita que hacía temblar a la lluvia, así lo demuestra.
Otro relato
notable es ¿Pasos? Un hombre va de
regreso a su casa por el camino de la selva, la noche cae y de pronto escucha
pasos. Hace uso de su escopeta, pero no logra deshacerse de ese ser que lo
persigue. Durante el resto del trayecto va experimentando esa angustia, la de
sentirse perseguido, amenazado de muerte. Al final termina salvado por unos
cazadores. Pero el misterio del perseguidor no se revela. Pervive aun en la
mente del lector.
El cuento La viejita que hacía temblar a la lluvia es
otra magia, al igual que los otros cuentos que contienen el libro -18 en total-.
Y que el lector, al empezar, no podrá dejar de leer.
A
pesar que el sol empezaba a retroceder para dibujar en el cielo estelas
brillantes que buscaban refugio entre los árboles, sentía que el calor tomaba posesión
del pueblo, obligándome a penetrar en un bar que estaba al costado y era
atendido por una señora algo entrada en años, pero que conservaba un cuerpo que
debía haber tenido su buena época. Pedí una cerveza. Vi que la señora le hacía
seña a una jovencita que limpiaba una de las mesas.
-¿Quiere
que le acompañe? –preguntó la muchacha, esbozando una leve sonrisa y mostrándome
una silla.
No hay más
que decir. La invitación a leer está hecha… y a disfrutar con la magia de la
buena narrativa. La viejita que hacía
temblar a la lluvia, de Juan Rodríguez Pérez no decepcionará a nadie.
Lima, 23 de septiembre
de 2014
Jack flores vega