Cuentos de la violencia, desde
Andahuaylas.
De Sotanas,
Milicos y Terrucos, de Wili Siancas
Moreano
Una vez escuché
decir que la narrativa de la violencia requiere de tiempo para madurar. Sobre
todo después de finalizado el conflicto interno que vivió el Perú. Y más aun
tratándose de una novela. Y la realidad nos demuestra que es cierto. Hay un boom de la narrativa de la violencia,
hay cuentos y novelas que rebasan ya el centenar. Y hay nuevos y conocidos autores
que pregonan ya las suyas. Desde diferentes rincones del país. –Quizás los veamos
en una feria del libro-. Pero claro, no todos exhiben una maestría para narrar.
Ni una profundidad en el tema. Y es que es necesaria la distancia, el tratar de
ver los hechos sin la exaltación y la pasión que suscita este terrible
acontecimiento, doloroso, trágico, que envolvió a todos. Y aquí quiero traer a
colación el libro de cuentos de Wili Siancas Moreano: De Sotanas, Milicos y Terrucos. Un buen libro. Un excelente libro.
Unos cuentos muy bien narrados; de factura realista, claro, pero sin caer en la
truculencia: “Amílcar Sánchez había
muerto en su ley. Los compañeros ni siquiera intentaron rescatar su cuerpo,
porque sabían que no encontrarían nada. Lo que quedaba de él eran pedazos de
carne y huesos chamuscados y sanguinolentos, desparramados en la pista
polvorienta frente a las ruinas de la municipalidad distrital de Ocobamba, en
medio de gente temerosa y huidiza que no lograba salir de su asombro.” Y
nos muestra, en los tres cuentos que conforman el libro, el grado de violencia
y los móviles de los implicados en el drama. No hay piedad ni lástima. El autor
solo muestra. Y nos mete en la vorágine de las diversas caras de la violencia
política del país. En el cuento Sombrías
reminiscencias, por ejemplo, el grado de violencia y de crueldad de los
militares y subversivos se ve morigerado con una carta de la esposa de un
subversivo donde se lamenta de la situación que su cónyuge está viviendo y que
ha llevado a su familia a la desesperación. Algo que los militares al terminar
de leer la carta, elogian: “¡qué tal
carta, carajo!, dijo el comandante.”
“Como para llorar, ¿no mi comandante?” Y el hecho sorprende más con la
implicación de un sacerdote que, prisionero de los militares bajo sospecha de “colaborar”,
se ve después libre para luego atentar y segar la vida del comandante. El
autor, como dijimos, muestra. Y muestra bien, con una variedad de recursos
narrativos, flashback, manejo de los tiempos, cambios del punto de vista, etc.,
todo con una naturalidad que sorprende. Realmente elogiable. Y lo mismo se
advierte en Oreja de perro, cuento
que empieza con el velatorio de un subversivo, al que también concurren los
jefes policiales. En el ínterin, mientras miran el rostro del difunto,
compañeros del subversivo rememoran los hechos, el porqué de la muerte del
camarada. Y luego el regreso al presente y trágico final del cuento: el drama
una vez más, desolador, duro, sin compasión, con el cambio de punto de vista
del narrador. Y nos convence. Por último, tenemos el cuento más largo: Chiwaku exterminador. Es quizás, para
decirlo de algún modo, el cuento más andino, donde la querencia y el alma del
autor se ven reflejados. Aquí un pasaje: Leonor
era como toda niña de los pueblos andinos donde la maldad y el egoísmo aun no
habían llegado. En su pequeña figura reunía toda la gracia poética del qantu de
altas cordilleras o el de tiernas pariwanas cuando se mecen al regazo de sus
madres, haciendo guiños con la brillantez de sus ojos oscuros, al lado de su
querencia, del paisaje, del cielo y del universo. También es el cuento donde el autor se
muestra crítico con los acontecimientos, con las fuerzas del orden, con los
subversivos. Es la defensa de lo andino.
También escuché
decir –o leí, creo- que en la narrativa norteamericana del siglo XIX faltaba el gran drama que
alimentara la literatura, y que la guerra civil secesionista suplió esta
carencia, alimentando a los narradores. Faulkner fue uno de ellos. Y su más
grande mentor. Creo que, para nuestra desgracia, -no para la literatura-, el
conflicto interno peruano es el leitmotiv que está alimentando la narrativa
actual, en su gran mayoría. Wili Siancas Moreano, con su libro de cuentos, así
lo reafirma.
Lima, 5 de julio de 2013
Jack flores vega