Buscar este blog

lunes, 4 de julio de 2011

EL GALLITO QUE LEIA PERIODICOS Y OTROS CUENTOS


Escribe: Ricardo Vírhuez Villafane

Jack James Flores Vega ha escrito uno de los libros infantiles más interesantes de este año: El gallito que leía periódicos. Se trata de ocho cuentos infantiles escritos con cariño, es decir, con mucha preocupación por las anécdotas, por el lenguaje coloquial y sencillo, y por esa magia propia de la literatura oral de envolvernos con el desarrollo de las historias hasta su desenlace final.
             Pero se trata, principalmente, de historias para niños: cuentos donde los personajes son animales o seres inanimados, y los desenlaces no siempre son felices. Además, el autor dialoga con los clásicos: El gallito que leía periódicos, precisamente, nos recuerda un retazo de Los músicos de Bremen (de los hermanos Grimm), aquellos animales que espantaron a los ladrones, tal como lo hace nuestro gallito disfrazado de fantasma.
                Lo interesante es que el autor nos ofrece desenlaces diferentes. Puede optar por las historias tiernas y felices (El osito que no podía dormir), hasta historias tristes y desesperanzadas (Lo que le sucedió a una escoba desgastada).  En cambio, La tortuga celosa es una muestra de crítica social hacia algunos antivalores, como los celos, la traición y la desconfianza. Una muestra de ingenio y azar es El patito que se hacía el muerto, mientras que Papá Ganso y el misterio de la lectura se convierte en un cuento edificante, aunque no moralista, tratando de dar razones sobre la importancia de leer. La paloma que buscaba el verdadero amor es una sátira hacia los convencionalismos, mientras que El deseo de una hoja de papel resulta un tanto ingenuo y, a diferencia de los demás cuentos, poco claro en el desarrollo de su anécdota: el papel, sobre el que descansa un poema finalmente, parece decirnos que la literatura es lo más maravilloso del mundo.
                Se trata de un librito hermoso. Un libro que a todos los niños nos gustaría leer y releer para sumergirnos en la aventura infantil, en la sensibilidad que perdura de nuestra infancia y en la palabra capaz de envolvernos y atraparnos, algo bastante caro a los escritores de hoy.